Escuchando: Indeleble (Los Petersellers)
Me faltaba uno. De los tres conciertos de la semana pasada, me quedaba hablar de uno, del útimo de ellos. En una de esas ocasiones en las que o no hay nada que hacer o todo coincide en la misma noche, Los Petersellers tocaban de nuevo en Santander el mismo día en que Lazy presentaba en directo su disco. Afortunadamente, el horario hizo que diese tiempo a todo, sacrificando los bises de unos y los primeros minutos de los otros.
Los Petersellers, ¡qué recuerdos! Habían visitado dos veces Santander, hace ya años y con su formación original. La primera vez fue en la Plaza de Cañadío, por todo lo grande, con cómics de recuerdo. La segunda fue de tapadillo (nos colaron), en una fiesta privada en el Club de Tenis (lugar elitista y snob por excelencia de nuestra ciudad), en la que los descubrimos tocando resignados ante una pandilla de niños no mayores de 10 años. Decidieron omitir del repertorio Uma Thurman me toca la banana, y cuando tocaron Mazinger Z sólo los intrusos nos la sabíamos. Aquella noche terminamos de bar en bar con ellos y sus historias.
Desde entonces ha llovido mucho, el grupo ha cambiado (ni el batería ni el bajista son ya los originales, grandes Bulbul y Albertín Sobórnez), e incluso Monigote, su inigualable cantante, había tenido que dejar temporalmente la formación por problemas de salud (migrañas brutales, por lo que he investigado después). Las canciones y sus festivos conciertos seguían adelante, pero eso ya no tenía que ser lo mismo. En Santander tenía intención de comprobarlo, para bien o para mal. Una ocasión perfecta para recuperar mi vieja petercamiseta, a la que ya se le notan los años.
Llegamos tarde al concierto, y nos llevamos varias sopresas. La primera: en la puerta ni nos pidieron la entrada; yo iba con invitación (¡gracias, Piticli!) pero aquello parecía barra libre. Segunda sorpresa: el concierto era en un sitio tranquilito, con mesas donde la gente cena o toma una copa pero esa noche estaba a rebosar, con gente bailando por todas partes, habían tenido que abrir zonas normalmente cerradas para dar cabida a los peterfans.
Tercera sorpresa, ésta no tan agradable: ya estaban tocando, y la voz no era de Monigote sino de su substituto, Don Bigote. No lo hacía mal, pero no era lo mismo. Había ido a ver a Los Petersellers, pero en realidad estaba viendo al doctor: al doctor Shecter, guitarrista y único miembro original de la banda. Lástima.
Las canciones, sin embargo, me metieron en el concierto. Con Intelectual (¡cabrón!) ya estaba pegando botes. Se fueron sucediendo himnos de siempre (Manolo, con ellos, sigue siendo gay) con algún tema nuevo, y poco a poco aquello se iba volviendo más y más festivo. Comprobamos con agrado que el quinto Peterseller, Casiotón (¡dis-po-si-ti-vo!), sigue con ellos gozando de buena salud. Da, da, da.
A mitad de concierto, petersorpresa. Don Bigote llama al escenario a un invitado muy especial y aparece Monigote. Aplausos y ovaciones. Se arranca con Big Jim y Madelman, y no hay color, es el amo. Por voz, por espectáculo y porque Monigote es mucho Monigote, deja a la altura del betún a cualquier imitador. De hecho, se lo hace saber, directamente.
Descansando de vez en cuando, y compartiendo al final escenario con su substituto, Monigote aguantó hasta el último tema, el lento, el mítico, el comunal, el que no es una canción de amor: la Petercanción (Arriming the little onion). Grandes, muy grandes. Sin Monigote no son lo mismo. Con él, vuelve la magia. Pero en cualquier caso, la fiesta sigue estando asegurada. Todos somos Petersellers.
Seguiremos informando.