Hace unas semanas me acerqué al cine a ver Cerezos en flor, una bonita y triste película alemana ambientada en gran parte en Japón. Leyendo el dossier de la película, me llamó la atención un párrafo de una entrevista a la directora:
Es muy divertido ver que la ficción y la realidad están regidas por el mismo pulso. Es entonces cuando ocurren las cosas más maravillosas. Por ejemplo, en el Mar Báltico queríamos que el tiempo fuera malo para que encajara con el estado emocional de los dolientes. Queríamos cielos grises, mares embravecidos, ese tiempo que suele hacer en el Mar Báltico. Pero cuando llegamos allí nos encontramos con cielos azules, y un aire casi veraniego. Había gente desnuda y en bikini por todas partes. Así que reaccionamos a estas condiciones inesperadas enviando a nuestros dolientes a la playa, vestidos de negros. Y al final fue una decisión mucho más acertada.
Cuando leía esas líneas me acordaba de una situación parecida: la sesión de fotografías que hice al grupo Varsovia para promocionar el concierto que tendrá lugar esta semana en Santander.
[OE]Ya tenía antecedentes fotografiando a esta banda: después de un par de décadas alejados del escenario, había hecho algunas fotos para anunciar su regreso a la actividad en el festival CuVa del pasado diciembre, donde también los capturé en acción.
Ahora se trataba de conseguir una serie de imágenes a usar en cartelería y promoción para un concierto muy especial: en el teatro CASYC de Santander, este jueves recordarán sus grandes temas, presentarán algunos nuevos, y se rodearán de un puñado de amigos (gente de Danza Invisible, Radio Futura, Loquillo y Los Trogloditas, Miss Cafeína…) para redondear así una noche muy ochentera. Plan recomendado para el jueves, sobra decirlo.
Para las fotografías, había algunas ideas en mente ya: aprovechando el pésimo tiempo de comienzos de primavera, teníamos intención de acercarnos a alguna playa desierta, con nubes amenazadoras, ambiente frío… Los componentes del grupo, de negro y en un plano muy abierto era la imagen ideal que queríamos para el cartel.
Al final pasó como en la película de la que hablaba de antes: cuadrar agendas fue complicado, y cuando conseguimos juntarnos todos el mismo día, hacía sol. Mucho. Decidimos ir a una playa más alejada de Santander, para huir un poco de los extras indeseados, pero fue imposible: a pesar del frío, el sol había animado a todo el mundo a acercarse a la playa, y era poco menos que imposible conseguir ese día la fotografía que queríamos.
Hubo cambio de planes: si no teníamos nubes, al menos buscaríamos la soledad; nos dirigimos a la casa de uno de los componentes del grupo, en una zona de Santander que conserva aún su espíritu rural. Allí, tras investigar un poco por sus terrenos, acabamos al borde del mar, en una pequeña cala -esta vez sí- desierta. Aprovechamos para hacer algunas fotografías utilizando como motivo complementario unos cables de audio que les había pedido (para guiar la mirada del primer plano hasta el grupo al fondo) y después buscamos algún escenario más, para dar variedad a la sesión. Suelo ser bastante patoso andando entre piedras y rocas, más aún con la cámara en la mano, pero he de reconocer que finalmente encontramos un rincón perfecto.
No fueron las fotos que queríamos hacer al salir de casa, pero dadas las condiciones del día, el resultado fue más que satisfactorio. De hecho, creo que las imágenes tienen ese aire ochentero (la referencia a El mar no cesa de Héroes del Silencio es inevitable) que viene que ni pintado para la ocasión.
Al final, una sesión curiosa y divertida, unas fotos para el recuerdo y un cartel para la noche del jueves.
Seguiremos fotografiando.