Escuchando: Warheads (Extreme)
Ayer, sábado, hubo manifestación por las calles de Santander, como símbolo de protesta por la masacre de Gaza. A pesar del habitual pasotismo de esta ciudad, se juntaron unas 3000 personas, cifra nada desdeñable.
Estuve, y con cámara. Cómo no. Así me pude volver a casa con imágenes como la que encabeza estas líneas: quemar banderas suele terminar siendo una actividad peligrosa. Afortunadamente, sólo fue un susto.
Es complicado entrar en valoraciones sobre este conflicto. Los esquemas que tienen al blanco y al negro son demasiado simplistas, y hay un montón de matices que se quedan en el tintero.
Me he acordado estos días de un compañero israelí que tuve cuando trabaja en un Proyecto Europeo de la universidad (sí, nunca entendí el criterio de selección de países). Se trataba de un tipo peculiar, del que recuerdo especialmente dos anécdotas. La primera de ellas tuvo lugar cuando vino a una reunión a Santander. Nos contaba que se había dado una vuelta en autobús municipal por la ciudad, sólo por el placer de saber que no iba a estallar.
En otra ocasión, nos encontrábamos reunidos en París cuando Estados Unidos comenzó su invasión de Afganistán. En Israel saltaron las alarmas, y estuvo llamando a su familia, asegurándose de que sus hijos tenían a mano las máscaras de gas en el colegio. Detalles cotidianos allí, sobrecogedores para el resto de nosotros.
No, no tiene que ser fácil acostumbrarse a vivir en Israel. Pero eso no justifica que se puedan saltar a la torera y con chulería la normativa internacional, y los más elementales derechos humanos. Los tintes políticos del conflicto son complejos, y se me escapan en gran medida. En cualquier caso, parece de tontos utilizar las armas para vencer a un enemigo en el que cada baja genera una familia entera de potenciales terroristas suicidas.
Y sobre todo, es ridículo caer en simplificaciones peligrosas: criticar a Israel por su actuación no es lo mismo que defender el terrorismo islámico. Nadie está libre de culpa, y hace tiempo que todos tiraron su primera piedra. Espero que algún día ese conflicto pueda encauzarse de manera política, y se llegue a conseguir la estabilidad en la zona. De momento, los bombardeos y las masacres han conseguido que unos cuantos alcemos la voz para gritar que un fin, cualquiera que sea, no puede justificar determinados medios.
Voces, eso es lo que necesitamos. Voces que nos cuenten la realidad que tantas veces se intenta ocultar, voces que griten con indignación. Las necesitamos, porque motivos… motivos sobran, en Palestina, en el Congo, o a la vuelta de cualquier esquina…
Seguiremos informando.