Se denomina fotografía macro a aquella en la que el motivo a retratar es más pequeño que el negativo o sensor de la cámara. En palabras comunes: son fotografías de cosas muy pequeñas. Pero mucho. Es una técnica utilizada habitualmente para fotografiar insectos o flores, por ejemplo. Muchas cámaras compactas incluyen un modo macro (indicado mediante el icono de una flor) que pueden llegar a ofrecer resultados sorprendentes. Mi cámara «de emergencia«, una Sony compacta, se desenvuelve bastante bien en las distancias cortas. Como muestra, un botón:
En cambio, para jugar en este campo con una cámara réflex (y disfrutar del control y calidad que ésta nos ofrece), necesitamos un objetivo que permita enfocar a muy poca distancia. Hay objetivos diseñados específicamente para este fin, pero no suelen ser precisamente baratos. Por suerte, con un poco de ingenio y mucho menos presupuesto también se pueden realizar algunos experimentos interesantes. Lo que aparece en la imagen que encabeza estas líneas es azúcar común. La fotografía está tomada con mi cámara, un objetivo muy sencillo, y un tubo de extensión que me ha costado menos de diez euros.
[OE]¿Qué es eso de un tubo de extensión? Muy sencillo, es lo que su nombre indica: un pequeño tubo de metal que se coloca entre el cuerpo de la cámara y el objetivo, para separar más éste del plano focal. Lo que conseguimos así es reducir enormemente la distancia a la que podemos enfocar. El tubo que he comprado dispone de varias secciones desmontables para variar su longitud y enfatizar así más o menos el efecto de ampliación. En concreto, consta de cinco partes: una se acopla al cuerpo de la cámara, otra al objetivo a utilizar, y las otras tres se pueden colocar de una en una o combinadas, en medio de las dos anteriores para «extender» el tubo más o menos. Lo he comprado vía Hong Kong, por lo que las instrucciones se limitan a una simple hoja escrita en perfecto (supongo) chino, pero lo básico son unas tablas con distancias de enfoque… aunque no las he he hecho mucho caso, he ido probando quitando y poniendo secciones.
Barato, sencillo, divertido… ¿cuáles son sus inconvenientes? Está claro que se trata de un elemento más cercano al bricolaje que a la alta tecnología. El principal problema al utilizarlo es la pérdida de la comunicación entre el objetivo y la cámara. Perdemos todo el control electrónico sobre nuestro objetivo, y tenemos que fotografiar de modo totalmente manual, sin ninguna ayuda. Esto se aplica al enfoque, pero también a los valores de velocidad y apertura, que tendremos que introducir directamente en el objetivo, sin ayuda del fotómetro de la cámara. Menos mal que en la era digital el método de ensayo y error está a la orden del día (también nos podemos ayudar de un fotómetro de mano). Como consencuencia de lo anterior, sólo podremos utilizar objetivos en los que los valores de la apertura se puedan especificar en el mismo objetivo: muchas lentes modernas ceden este control a la cámara, y con ellas será imposible disparar al montar el tubo de extensión. Comprobar si nuestro objetivo vale o no vale es bien sencillo: basta con buscar en el mismo un anillo que nos permita seleccionar un valor de f (además del anillo de enfoque, también necesario). Si lo tiene, adelante. Si no, mala suerte.
Para mis primeros experimentos he utilizado mi querido objetivo 50mm f 1,8. Se trata además de una lente muy luminosa (se puede utilizar con valores de apertura muy grandes -f pequeña- lo que permite que entre mucha luz), ideal para ayudarnos a enfocar cuando tengamos el tubo montado en la cámara, ya que al mirar por el visor, lo veremos todo mucho más oscuro que de costumbre. El truco es usar el menor valor de f (más luz) para ayudarnos en las labores de enfoque manual, y un valor de f elevado (menos luz, luego necesitaremos un tiempo de exposición mayor) a la hora de disparar, ya que si no lo hacemos, la combinación de una apertura grande y el tubo de extensión nos dará como resultado una profundidad de campo minúscula con la que será difícil sacar enfocado al completo cualquier objeto, por pequeño que éste sea. Este proceso de usar un valor mínimo de f para enfocar y el real a la hora de disparar es el mismo método que utiliza automáticamente nuestra cámara en situaciones normales, por cierto.
Otro ejemplo: granos de sal común.
Como la velocidad de disparo será relativamente lenta, es más que recomendable (obligatorio, me atrevería a decir) el uso de un trípode. En mis fotografías de azúcar y sal me he ayudado además de la luz de un flash. Como no tenía manera de sincronizar automáticamente el destello del flash con el disparo, he usado un modo que tiene mi unidad llamado «luz de modelado«, en el que emite una serie de destellos rápidos muy seguidos, durante un par de segundos. Preparaba la escena, activaba el flash, y realizaba la toma con el disparador remoto mientras el flash seguía activo.
Otra imagen que he realizado usando el tubo de extensión ha sido la de un minúsculo viajero siguiendo un camino de granos de sal. La figura está comprada en una juguetería técnica, es una de las que se usan para maquetas ferroviarias. Está puesta «en pie» usando un poco de blu-tack (demasiado, se ve el pegote bajo su pie izquierdo), y en este caso he utilizado el tubo en su configuración mínima: uniendo directamente la parte del cuerpo con la del objetivo, sin extensiones intermedias. No me ayudé del flash esta vez, usé tan solo luz ambiente.
Tendré que seguir experimentando y aprendiendo nuevos trucos para sacar todo el partido a esta forma de acercarse a la fotografía macro. No me cabe ninguna duda, eso sí, de que ha sido una buena compra.
Seguriemos informando.