Escuchando: Monkey gone to Heaven (Pixies)
Desde hacía unos meses tenía en un teléfono viejo una tarjeta prepago de Simyo, esa operadora virtual (usa la red de Orange) que basa su canal de comunicación con el cliente en la web. Al principio fallaba bastante, luego cada vez menos. Las tarifas de datos eran bastante apetitosas (al menos para el uso que yo puedo dar a ese tipo de conexiones: esporádicas desde la agenda electrónica), y los precios muy competitivos.. sobre todo, sencillos. Con una operadora «de las grandes«, saber cuánto cuesta una llamada o una conexión de datos pasa por indagar entre tarifas crípticas y limitaciones variadas.
Con Simyo, haces una llamada, te conectas o mandas un mesaje, y cuando terminas puedes consultar en la web cuánto ha costado. Con todos sus detalles, de forma sencilla, gratuita, y sin complicaciones, al menos hasta la fecha.
Además, mi tarjeta prepago tenía (y tiene aún, vaya) una promoción mediante la cual tengo 5 al mes, hasta fin de año, para gastar en conexiones a Internet. Ideal para hacer mil pruebas, la mayoría de ellas satisfactorias. Leerse el correo, escribir en twitter o consultar una página web desde mi veterana Palm no es tan vistoso como hacerlo desde un iPhone, supongo, pero es mucho más personalizable y barato.
Hice mis cálculos, también: comparé mis últimas facturas de Vodafone con lo que me habría gastado con Simyo, y los resultados no dejaban lugar a dudas. Por lo que me cobraba Vodafone (el consumo mínimo, básicamente), podría hablar lo mismo,o más, e incluir hasta 500 megas al mes de conexiones de datos. SIn contar además con las llamadas gratuitas (10 minutos en cada una) entre teléfonos de Simyo.
Hace poco, además, implementaron el servicio de aviso de llamadas perdidas, con lo que me animé a pasar mi número a su compañía. Solicité la portabilidad, y tres minutos después Vodafone me ofrecía gratis un terminal de gama alta, y no sé cuántos descuentos en la factura. Firmando permanencia, claro. No me quedaban ganas.
La nueva tarjeta SIM llegó unos días mas tarde, con tiempo de sobra para el día del cambio. Mientras Simyo me mandaba mensajes amables de bienvenida («Enhorabuena, dentro de 12 horas la espera habrá terminado y podrás cambiar tu antigua SIM por la de Simyo. Bienvenido a tu propia telefonía móvil«) Vodafone se encargaba de dejarme estos últimos días la linea pelada, como me confesaron en Atención al Cliente: me desactivaron los mensajes multimeda, el acceso por web a mis facturas… ha sido la causa de mi última bronca con ellos.
Hoy por la mañana he encendido por fin mi móvil con mi nueva tarjeta naranja. Más mensajes de bienvenida, otros con configuraciones, y aparentemente ningún problema. La red de Ono ha tardado unas horas en encontrar de nuevo mi número, pero ya lo hace con normalidad. Me ha costado configurar la PDA para conectarme a Internet, pero ha sido cosa de pelearme con mi Nokia, no con Simyo. Todas las demás pruebas apuntan a que vuelvo a estar comunicado, igual que antes, pero de una forma más barata. Sobre todo gracias a la rebaja en las tarifas que ha realizado Simyo esta semana: ahora las llamadas cuestan 8 céntimos al minuto, uno menos que antes. Mejor aún.
En resumen: ¿por qué pagar más a cambio de estar en una compañía de peso, si al final funciona de pena y tratan a los clientes como si fuesen una molestia? Para eso prefiero pagar menos, y si estoy descontento, tener la posibilidad de irme sin complicaciones. Veremos si mi decisión ha sido acertada.
Seguiremos informando.