Escuchando: Como nubes a mi té (Maga)
Ayer por la mañana, mientras me perdía entre fotos de flickr, encontré una frase que me llamó la atención: aprender a ver la lluvia como un inconveniente, no una razón para quedarse en casa. Buena filosofía, que nos tomamos al pie de la letra, justo después.
El mal tiempo no pudo evitar que disfutásemos de una espectacular excursión a Tresviso, un pueblo de Cantabria que aún no conocía, al que sólo se puede llegar desde nuestra región mediante una ruta a pie (que aún no he hecho, ayer no era el día más indicado, además) o en coche dando un rodeo por Asturias.
La lluvia no deslucía el paisaje, ayudaba a hacerlo más espectacular mediante constantes y caudalosas caídas de agua, se mirase donde se mirase. La primera parada fue en Asturias, en Tielve, rincón que ya conocía y del que tenía un recuerdo magnífico y gastronómico. Ayer la fabada y el cabrito no me hicieron cambiar de opinión. Inmensos.
Después, carretera de montaña hasta llegar a Tresviso, un pueblo en el que todo va a su ritmo, donde nos entonamos con un fantástico té del puerto, y nos pegamos un paseo aprovechando que no llovía (aunque no pensaba yo pasar tanto frío a estas alturas del año). Allí también nos encontramos con gente muy acogedora, y con un resquicio de cobertura que nos permitió enterarnos, foto incluido, de que la pequeña Claudia acababa de nacer. Bienvenida. Viva la tecnología, cuando ofrece estas pequeñas sorpresas.
Al final, después de muchas curvas, baches, niebla, ríos embravecidos y cambios de vehículo, llegamos a casa para comprobar que se nos había pasado el día volando y ya era hora de dormir y descansar. Buena forma de aprovechar un sábado lluvioso.
Seguiremos informando.