Escuchando: Meine Stadt (Emir Kusturica and the No Smoking Orchestra)
Dos pataletas sobre el concierto de ayer…
La primera: no haber podido hacer fotos libremente como esa persona que se paseaba cámara en mano por el escenario. Ahora sé por qué: las fotos han aparecido en la página web del grupo. Fantásticas. Envidia insana.
La segunda: leer la crónica del concierto que aparece hoy en El Diario Montañés. La transcribo a continuación…
El músico y cineasta serbio Emir Kusturica acompañado de la No Smoking Band actuó anoche en la Sala Argenta del Palacio de Festivales ante más de mil espectadores. La banda del doble ganador de la Palma de Oro de Cannes y del doble ganador del León de Oro de Venecia. En su gira española, que hoy concluye en Madrid, la interpretación enlatada del himno soviético ha sido preludio de sus noches musicales. Kusturica y los suyos entraron sin ningún ánimo bélico. ‘Unza unza time’ y un depurado ritmo de fanfarria gitana desquiciada a punto de descarrilar y trufada de acordes de guitarra punk provistos por el señor Kusturica. El cineasta anunció, en efecto, una noche punk. De ello se encargó, sobre todo, el líder oficioso de la banda, Dr. Nelle Karajic, que no se estaba quieto. ‘Fatal wounds’ y ‘When life was a miracle’, con la banda a todo trapo: vientos, acordeón y violín alimentando una maquinaria enloquecida, fiel practicante de ese subgénero conocido como nuevo primitivismo, que alumbró la Yugoslavia pos-Tito. Rock iconoclasta desde los Balcanes.
Lo primero que se me viene a la mente al leer el texto anterior es que el redactor no ha pasado en el concierto más que los cinco primeros minutos. Obviar en la crónica todo el jaleo que se montó después es como basar la crónica del partido de fútbol de ayer en el pitido inicial del árbitro. Patético.
Pero no acaba ahí la cosa. Las negritas que aparecen en el texto son mías. Gracias a un comentario en la noticia, de alguien llamado Isaac, se puede comparar la crónica con la publicada el 25 de enero en el Periódico de Cataluña. Las frases remarcadas arriba están calcadas literalmente. Demasiadas casualidades: incluso hay sentencias que han quedado sin mucho sentido tras el proceso de cortar y pegar. Vamos, que es posible que el redactor de El Diario Montañés ni siquiera se asomase por el Palacio de Festivales. Por favor, un poco de seriedad. ¿Este es el periódico más serio de nuestra región? Para perpetrar estas cagadas, mejor que dediquen el espacio a la desaparición del tomate o a algún tema similar por el que se vayan a preocupar.
Anoche me quedé hasta las dos de la mañana para escribir mi pequeña crónica, repasarla, y editar mi fotografía cutre; por amor al arte. Hay gente a la que le pagan por mucho menos.
Seguiremos informando.