Bienvenidos

Hace años no me preocupaba mucho por las cámaras de fotos: sólo eran esos trastos en los que a duras penas conseguía poner un carrete sin ayuda, y que me servían para volver con recuerdos de algún viaje o celebración familiar. Por no hablar de la cámara de mi padre, pequeña pero llena de cifras, anillos y símbolos que se escapaban a mi entendimiento.

Luego llegó la fotografía digital. Me gasté mis ahorros en una cámara digital Kodak que aún conservo, que funciona como el primer día (esto es: de una forma muy simple) y que en su día provocaba asombro: ¡no costaba dinero hacer fotos!

Con ella aprendí, básicamente, a fotografiarlo todo. A buscar motivos en lo extraordinario, pero también en lo cotidiano. Aprendí a encuadrar, a buscar el momento adecuado… y a perderlo por culpa de su retraso en el disparador. Fue el momento de seguir gastando dinero, y hacerse con una cámara, digital, con controles manuales.

Me encanta esa cámara que compré, marca Canon. Sigue siendo una de mis favoritas. Con ella aprendí lo que significaban los tiempos de exposición, aperturas y demás galimatías. Y lo aprendí a base de disparar y disparar y disparar. Al principio, cualquier intento de apartarme de su modo automático era el método más infalible para arruinar una imagen que la cámara por sí sola habría capturado sin problemas. Pero con el tiempo fui aprendiendo a manejarme, y entre viajes, disparos y mil pruebas, acabé con una réflex digital en la mano y un agujero en el bolsillo.

Una cámara réflex es un salto abismal, un cambio al que tardé un poco en acostumbrarme, pero del que nunca me arrepentiré. A pesar de sus peligros: desde entonces mi mochila para los aperos fotográficos ha ido llenándose (y desbordándose) de objetivos, flashes, filtros…

Por último, en mi ilógica evolución inversa, he terminado con cámaras de carrete, modernas, antiguas, muy antiguas. Me encantan, y las colecciono. Quizás me quede mucho por aprender, pero al menos ya soy capaz de entenderme con la cámara de mi padre.

La fotografía, en todos estos años (que no han sido tantos: seis) se ha convertido en la principal de mis aficiones, y en fuente de muchas satisfacciones. Eso sí, las mejores fotografías son siempre las que tengo por hacer, las mejores técnicas las que me quedan por probar. Me queda mucho camino y no pretendo enseñar ni aleccionar a nadie desde esta página; mi objetivo es mucho más humilde: compartir, divagar, pensar con letra impresa, aprender de las sugerencias de los demás…

Bienvenidos todos a este rincón. Seguiremos fotografiando.