Escuchando: Pongamos que hablo de Madrid (Joaquín Sabina)
Me he traído de vuelta de Madrid mucho cansancio, una buena dosis de sueño, dos carretes caducados que me regalaron, un nuevo fotómetro antiguo, un caleidoscopio, un par de discos y una fonera.
Lo de la fonera ha sido una de las pocas cosas que he sacado de un SIMO más soso incluso que años anteriores. Ni siquiera la zona Apple tenía algo especial. Lo más destacable, lo dicho: la generosidad de la gente de Fon (y mejor aún con buenos contactos), y poder echar un vistazo al nuevo Windows Vista. No tiene mala pinta, lo que no es decir mucho: utilidades y aspecto calcados de otros sistemas operativos (y no miro a nadie) con prestaciones inventadas ya hace tiempo… sólo que con Windows hace falta un ordenador monstruoso para que vaya decente. Prepárense, ustedes usuarios ansiosos de Windows, a cambiar de equipo para probar lo último.
El resto de la visita a la capital se resume en: muchas risas, aglomeraciones en el metro, una visita al teatro, descubrimientos de rincones, jazz, cenas en sitios curiosos (viendo incluso alguna cara conocida), encuentros, reencuentros, presentaciones, y falta de tiempo para quedar con mucha más gente. Me hacen falta días de dos días.
Tiempo. Eso es lo que tuve que hacer en la T4 antes de coger el avión hacia Santander. Colas, retrasos, facturaciones caóticas y desayunos tardíos nos llevaron de vuelta desde el lluvioso Madrid hasta la cálida y soleada Santander. Quién me lo iba a decir.
Seguiremos informando.