Queda inaugurada esta Feria del Libro, Viejo.

Escuchando: Books from boxes (Maxïmo Park)

Esta mañana me he encontrado con la inauguración de la ya tradicional Feria veraniega del Libro Viejo en Santander. Habrá que pasarse algún día (será más de uno, me conozco) a curiosear entre sus distintas librerías. Hace un par de años, gracias a esta Feria conseguí un libro descatalogado que llevaba siglos buscando, así que tengo especial cariño a sus casetas. Veremos si hago algún nuevo hallazgo, de momento sólo he reconocido el terreno en una pasada rápida.

Seguiremos informando.

Y tan fugaces…

Escuchando: A night in summer long ago (Mark Knopfler)

Ayer por la noche llovían estrellas: las Perseidas o lágrimas de San Lorenzo estaban en su punto de máxima actividad, y por una vez (en muchísimos años) las nubes no se pusieron de por medio para estropear el espectáculo. Lástima que no me pude alejar demasiado de Santander: la luz de la capital es alargada.

De todas formas, y pese a mi ignorancia de astronomía razonable, vimos una estrella fugaz por cabeza (¿dos hacen lluvia?), que pasaron por delante de nuestros ojos, que no de mi cámara. Era de esperar, y por eso aproveché también la excursión para fotografiar el atardecer, recurso fácil y mucho más previsible.

El año que viene, si el tiempo acompaña, más y mejor. Seguiremos informando.

Bilbao: sobre-exponiendo por accidente

El sábado pasado estuve callejeando por Bilbao, una ciudad que siempre me ha parecido muy fotogénica al fotografiarla en blanco y negro. El día estaba gris, además, así que con más razón dejé en casa la cámara digital y metí en la bolsa la Nikon F70 cargada con un carrete de blanco y negro, y el objetivo fijo de 50mm.

A última hora de la tarde me acordé de que en esa cámara había forzado el valor de ISO del carrete cuando usé película Redscale, y comprobé para mi desgracia que teniendo metido un carrete de ISO 400, había estado disparando con la cámara configurada a ISO 100. Esto es, la cámara había estado calculando que necesitaba mucha más luz la de la requerida, por lo que todas las fotos que había disparado habrían quedado, irremediablemente, sobre-expuestas. Quemadas, más bien. Horror.

A pesar de todo, jugando con el revelado y con el escáner he conseguido rescatar las fotos. Siempre pienso al disparar con película, en estos tiempos de ensayo y error digitales, que si en cada carrete consigo una imagen que me convenza y que me guste, me doy por satisfecho. De este accidentado carrete me han gustado unas cuantas, así que doy la prueba por superada.

Para recuperar una película sobre-expuesta hay que sobre-revelar. Esto es, hay que dejar que el revelador actúe durante más tiempo (al contrario de lo que podría parecer, pero no hay que olvidar que trabajamos con un negativo). En lugar de los 6 minutos de rigor que correspondían a la película, lo dejé un cuarto de hora (calculado totalmente a ojo, en mi ignorancia). Insuficiente, a pesar de todo: el negativo estaba muy oscuro (aunque se apreciaban las imágenes), señal de que en positivo estaría todo muy, muy blanco.

El siguiente paso para intentar recuperar las fotos fue el positivado, digital en mi caso: tocaba jugar con el escáner. Ajustando exposiciones, niveles y curvas antes de digitalizar cada imagen conseguí que apareciesen con una pinta medianamente razonable. Luego ya, Photoshop mediante, terminé de corregirlo todo en la medida de lo posible. Sobre-exponer para luego sobre-revelar es una técnica que, controlada (no ha sido mi caso), sirve para aumentar el contraste en las fotografías. Efectivamente, las imágenes finales (las que se han salvado, otras no han tenido mucho remedio) están mucho más contrastadas, pero también con muchísimo más grano, de lo que habría obtenido en condiciones normales. Aún así, me gustan, y el resultado no ha sido tan catastrófico como esperaba.

Para la próxima vez, tendré más cuidado, eso sí. Seguiremos fotografiando.

Visitas en días de sur

Escuchando: People of the South Wind (Kansas)

Estas últimas semanas estoy teniendo agradables visitas en Santander, de esas que siempre terminan pareciendo demasiado breves. La semana pasada, coincidiendo con una de ellas, fui a comer a un lugar del que me habían hablado, del que tenía buenas referencias, pero que aún no había pisado.

Se llama Días de Sur, un nombre muy nuestro, y sorprende a primera vista por lo cuidado y elegante de la decoración, en una zona y en una ciudad donde el estilo bodega tasquera está muy arraigado.

La verdadera sorpresa, sin embargo, llega al sentarse y comenzar a leer la carta, o la hoja con el menú especial. La primera apenas la ojeé, la segunda me la terminé llevando a casa de recuerdo. Nunca había tardado tanto en leer un menú. Comienza así:

Estamos en pleno agosto y se nota, todo Santander a tope, atascos, amigos de la infancia que vuelven, primos que se quedan en tu casa, mediodías de coles y rabas, mañanas de paseos por la playa, tardes de terrazas, noches de rutas de vinos con amigos y gintonics con la luna llena que te dice que sigas y sigas porque qué gusto es el veranito en Santander.

Parrafada que no deja de ser cierta. A continuación viene la descripción de los platos del menú. Dejo aquí algunos para hacerse una idea:

Gazpacho fresquito con una receta que nos dio una señora muy mayor que vendía lotería en una taberna en el aljarafe de Sevilla y entre cupón y cupón nos contó que ella le ponía un toque de hierbabuena que le daba un aire árabe muy rico al gazpacho.

Rabas de calabacín ecológico, de la huerta de 2 ingenieros agrícolas enamorados de la vida con un sentido sostenible y que además trabajan en el sindicato de ganaderos de Cantabria ayudando a nuestros ganaderos con su día a día tan complejo y a la vez tan bonito.

Los rollitos africanos tan africanos como nuestros compañeros africanos que trabajan con nosotros, Philo, Gilbert y Roger, de Costa de Marfil y Camerún y que nos han enseñado su maravillosa paciencia, su impresionante constancia y sobre todo su alegría permanente con esas sonrisas de anuncio de dentista que tienen.

Albóndigas de bonito de la lonja con salsa verde y patatas fritas, recuerdos de infancia con picos de pan untando sin parar hasta que tu madre te decía que el pan es de tontos.

Tarta de queso ecológico de Selaya. Sindo y su suegro Alejandro hacen auténticas joyitas de queso con sus vacas frisonas que son tan chulas porque les gusta tener la mejor leche de Cantabria, una vaca normal tiene al día 30 litros de leche y las vacas chulas ecológicas solo 16 litros así que ya veis qué quesos salen.

Hay cerca de treinta platos en el menú, así que pueden imaginar que su lectura lleva un rato. Un rato bien entretenido, eso sí. Me gustó el sitio, y me gustó la comida. Da gusto encontrarse un local así, bonito, con un toque divertido, donde poder comer platos originales, y con un precio muy moderado (el menú sale por menos de 12 euros). Una pena que los camareros anduviesen demasiado atareados (la temporada alta ha llegado a la ciudad) pero por todo lo demás, muy recomendable.

Seguiremos informando.

Más toallas que arena

Escuchando: Summertime (Josh Rouse)

Ayer, disfrutando de la tarde en la playa de La Arnía descubrí que me había caducado la versión de twibble en el móvil, y que de todas formas no tenía cobertura. Así que no pude enviar la imagen que encabeza estas líneas a mi twitter. Lo hago hoy, aquí. Bella estampa (a pesar de la escasa calidad de la cámara del móvil) aunque la realidad no fue tan idílica: lo de huir de las playas de Santander para encontrar un poco de tranquilidad en las de la región se está poniendo imposible. Definitivamente, agosto y sus hordas de turistas están aquí. Esperemos que al menos el buen tiempo siga acompañando.

Seguiremos informando.

Pequeño desastre Amaral

Escuchando: Las puertas del Infierno (Amaral)

El lunes por la noche se celebró uno de los conciertos más esperados de la semana de fiestas santanderinas que acabamos de finalizar. Amaral en concierto benéfico (con Cáritas, dato que apenas se ha publicado) presentaba su directo en la campa de la Magdalena. Buen plan. La entrada costaba unos 17 euros, pero se habían repartido miles de invitaciones con las que se podía acceder al recinto previo desembolso de un donativo mínimo de 2 euros. Donativo que había que entregar a la entrada del concierto, no al recoger la invitación. Primera señal de que la organización del evento era un poco… extraña.

Pues bien, hacía mucho tiempo que no asistía a un espectáculo tan mal organizado. Tan peligrosamente mal organizado. ¿Exagerado? Para nada…

Puedo comenzar hablando de los transportes públicos de Santander. Pésimos, para variar. Por mucha concejalía de movilidad sostenible que tengamos, no me extraña que la gente se desespere y vaya con el coche a todas partes. Media hora tuvimos que esperar para que un autobús abriese las puertas en la parada. Antes pasaron cuatro totalmente a rebosar. ¿Reforzar los servicios en una noche en la que todo el mundo va al mismo sitio? ¿Para qué? Tardamos lo mismo en este trayecto que hace unas semanas en llegar hasta el recinto del Bilbao BBK Live… desde Santander.

Cuando por fin nos apeamos cerca del lugar donde iba a ser el concierto, la bajada hacia el mismo estaba congestionada con miles de personas. Todos teníamos que entrar por la misma puerta, donde unos policías locales iban dejando pasar a la gente con cuentagotas. No sé muy bien para qué, porque ni registros de bolsos ni nada. Sólo miraban la entrada y de refilón.

Si ya es bastante estúpido que en un concierto multitudinario toda la gente tenga que entrar por el mismo sitio, y que encima se ralentice el proceso, la gota que colmó el vaso fue comprobar que ese único acceso lo era también para el tráfico rodado: coches de protección civil, transportes de minusválidos y ambulancias tenían que pasar por la misma puerta ante la que se agolpaban dos mil o tres mil personas. Policías locales abriendo hueco, imbéciles empujando cada vez que la gente recuperaba su espacio, avalanchas con niños y sillitas de por medio… en fin: menos mal que las ambulancias sólo entraban porque tenían que estar dentro, sin mayor prisa. Si llegan a ir a alguna urgencia, no me gustaría haber estado esperándola.

Hay que ser peligrosamente estúpido para vender o repartir 20.000 entradas (ese fue el número aproximado de asistentes) y pretender que todos entren a la vez, controlados por dos policías, y compartiendo el espacio con los vehículos de emergencia. Policías por cierto, que estaban acompañados por más compañeros, pero se limitaban a observar el panorama… incluso cuando la turba de gente comenzaba a desplazar contenedores para acceder por un lateral. En definitiva: un espectáculo lamentable el de la organización. Si querían dar la impresión de que se les había ido de las manos, enhorabuena: lo consiguieron a la perfección.

Una vez dentro, el tema de pagar los donativos estaba muy bien organizado, dentro de lo que cabe, con muchas filas con urnas… aunque la gente, cazurra ella, sólo usase las más cercanas.

El concierto fue en el mismo recinto que el festival del pasado fin de semana. Y lo que entonces tenía potencia de sonido de sobra para todos, en este concierto con tanta gente se quedaba bastante escaso. Además, lo que antes eran faltas menores aquí eran vitales: ni una papelera, el mismo número de baños que cuando el público era diez veces menos numeroso… En fin; una vez situados en el medio, tras comprobar que apenas veíamos nada, nos retiramos al fondo, con sitio para botar y bailar… aunque el concierto se oía bastante bajito. Estuvo bien, al menos en la medida en que lo hice caso. Eva Amaral tiene una voz magnífica en directo, y el repertorio fue saltando de éxito en éxito.

A la salida creo que se montó otro tapón de órdago. Nosotros optamos por tomar una vía alternativa y salir dando un paseo por la playa, con calma.

Una pena que un evento con tanto tirón, benéfico y con buena respuesta del público, quedase empañado por una pésima y peligrosa mala organización. Ojalá le hayan tirado a alguien de las orejas, aunque lo dudo, porque no pasó nada. Afortunadamente.

Seguiremos informando.

PD: Con las avalanchas de gente nos perdimos a los teloneros. Algo de esperar, porque tampoco sabíamos muy bien a qué hora era el concierto. Según las entradas, a las 23 horas. Según la publicidad oficial en prensa, a las 22 horas. Todo muy bien organizado.

Eso del arte moderno

Escuchando: Modern way (Kaiser Chiefs)

Esta tarde me he pasado por ArteSantander, la ya tradicional muestra de arte contemporáneo que se organiza cada verano en esta ciudad. Como me pasa todos los años, no entiendo la mayoría de lo que se expone; pero lo poco que me gusta, me encanta (sobre todo en cuanto a fotografía, que es en lo que me suelo centrar). Siempre me ha parecido mentalmente refrescante pasear sin prejuicios por este tipo de convocatorias.

Eso sí, sigo siendo bastante tradicional: de todo lo que he visto, me quedo con la fotografía de Mellado. Y de Cotauno (la muestra de galerías cántabras) me han gustado mucho las fotos con lucecitas y mundos interiores de Ana Álvarez Ribalaygua, en la galería Espiral.

El año que viene, espero, más. Seguiremos informando.

Vetusta Meyers

Escuchando: Luces de neón (Lori Meyers)

El segundo y último día del festival de Santander dejó mejor recuerdo que el primero. Al menos los grupos sí tocaron y cantaron de verdad, sin trampa ni cartón. Toda una mejora. Aquí va una pequeña crónica salpicada de fotos hechas con mi cámara de emergencia, a la que se le pueden pedir favores pero no milagros.

La tarde comenzó al sol, con la primera sesión de los djs del día: Ramón & Cajal. Llegar a la campa de la Magdalena y verlos pinchando en su pequeño altar con una foto enmarcada de la familia Monster, y vinilos de Tennessee y el Boom 3, fue de lo mejorcito de toda la noche. Su selección musical, sobra decirlo, divertidísima.

El primer concierto de la jornada fue el de Lori Meyers. Gran comienzo: sonaron muy bien, estuvieron muy cercanos, y terminaron invitando al escenario a sus amigos de Vetusta Morla. Primeros ataques de histeria del día entre el público. Sólo salieron a hacer unas percusiones (todos, eso sí, escenario super-poblado), pero estuvo muy bien el detalle. La cosa comenzaba bien.

Después, turno del grupo cántabro Band Dessiné. No los conocía, pero sonaron bastante bien. He de reconocer que aproveché la mayor parte de su tiempo para labores logísticas (hamburguesa fuera del recinto, visita a los baños, etc.) por lo que tampoco puedo ser muy objetivo. Me llamó la atención, por cierto, la imagen de su baterista proyectada sobre la parte de atrás del escenario.

Después llegaron los Charlatans. Tienen grandes temas, y recordaba un buen concierto suyo en el Summer Festival de hace unos años (el festival de este fin de semana ha sido un deja vú de directos pasados). Sin embargo, ayer los encontré sobre el escenario un tanto desganados, a medio fuelle. Su cantante se movía a cámara lenta y sólo el final instrumental de su concierto me dejó buen recuerdo. Pse.

Nueva sesión de Ramón & Cajal, con la que nos pegamos unos bailoteos a pie de escenario, y fin de fiesta con el concierto más esperado por muchos: Vetusta Morla. Para mí era la cuarta vez que los iba a ver, y la anterior (en Galicia) me habían acabado saturando un poco. Ver tres veces el mismo directo con muy pocas variaciones y tirando de los mismos recursos para cerrar, me acabó aburriendo un poco. Es cierto que luego metido en harina sus canciones suenan muy potentes en concierto, pero ayer iba con cierto recelo. No era así para otra mucha gente: fueron con diferencia el grupo con mayor tirón y la expectación era palpable.

Qué curioso resulta ahora echar la vista atrás: hace un año tocaron en el teatro del Paraninfo de Las Llamas, con el mismo disco bajo el brazo, y apenas consiguieron llenar una sala pequeña. De hecho, el respetable estuvo pegado a sus butacas hasta que en los bises nos levantamos cuatro a dar unos saltos. Para salto el que han dado ellos este año.

Me sorprendieron, ayer. Gratamente, además. Cambiaron el repertorio, incluyeron más temas nuevos, alguna rareza, y evitaron recrearse en los coros del público de Sharabbey Road, recurso que a fuerza de repetir se les ha terminado por ir de las manos. En lugar de hacer cantar el público (que lo hizo de todas formas) invitaron a corear con ellos a Lori Meyers: favor devuelto, y un gran momento de la noche.

Cerraron con el que me parece su tema más potente: La cuadratura del círculo (y no la cuadrícula, como gritaba algún fan que oía campanas), que en directo suena fantástica. Pocos fueron los que no botaron con ella. En resumen: dieron un gran concierto. Fueron los grandes triunfadores del festival, quién se lo iba a decir hace un año.

Ha sido un festival de andar por casa, interesante, con grandes momentos y otros para olvidar. La organización ha estado lastrada por errores de festival primerizo (hay que gestionar mejor las pulseras, las acreditaciones, hay que poner más baños, hay que ofrecer más variedad para comer, y las papeleras son necesarias, aunque las use poca gente) pero si salen las cuentas (que habrá que verlo) y el año que viene se mantiene la oferta, repetiré. Los 20 euros de la entrada (que es un regalo, a ese precio) han estado bien invertidos.

Seguiremos informando.

Un festival lleno de trucos

Escuchando: Think outside the box (Estereotypo)

Ayer comenzó el festival Santander Amstel Music, la propuesta más independiente (y no lo es tanto) del ayuntamiento para las fiestas de nuestra Semana Grande. Fue una primera jornada llena de trucos. Los cuatro grupos que actuaron tuvieron una componente bailable más que acusada, por lo que llevar alguna base o detalle grabado fue lo habitual. Aunque a alguno se le fue la mano.

Comenzaron Cycle. Me los había perdido en Bilbao, pero aquí repitieron el show (y la China también el vestido: estoy seguro de que después de cenar no le volvía a entrar, de ceñido que era). Bases grabadas y remezcladas por David Kano, el nuevo cantante dándolo todo (aunque las del primer disco no me convencieron) y la China montando su numerito, poniendo morritos y moviendo el cucu. Estuvo bien.

Después vinieron los paisanos de Estereotypo, en un escenario pequeño que se les quedaba ídem. Algunas bases grabadas también (sólo son 3, pero sin trucos ya suenan como 10), sus grandes canciones de siempre, algunas nuevas y mucha actitud sobre el escenario, cuidando los detalles al máximo. Muy grandes, los mejores y los más auténticos de la noche.

Luego salió Fangoria al escenario grande. Buen momento para comer algo, aunque elegimos mal: los bocadillos recién descongelados marca Knorr (leáse a lo Chiquito, y húyase de ellos) sólo estaban un punto por encima de puta mierda. El puesto de Tele Pizza o los chiringuitos del exterior del recinto serán hoy mejor opción.

Sobre Fangoria: no me gustan demasiado, sólo algún tema suelto. Montaron mucho espectáculo, con un escenario en varios niveles, bailarines… y un corista con voz muy parecida a la de Alaska, que cantaba por ella mientras la diva iba medio ahogada y hacía lo que podía. De lejos daba el pego, pero me dijeron que de cerca era un pelín vergonzoso. El momento más animado de su concierto fue cuando cantaron Mil campanas, de la época de Alaska. Tiene que joder (hizo un comentario al respecto) llevar no sé cuantos discos como Fangoria, y que la gente sólo se anime de verdad con las reliquias.

Después de un poco de música a cargo de los DJs de la noche, llegó el momento más esperado (por mí), el concierto de los franceses Rinocerose. Guardaba un gratísimo recuerdo de cuando actuaron en el Santander Summer Festival hace unos años, y ahora venían presentando un disco nuevo que suena francamente bien. Eso sí, iba avisado: alguien con mucho criterio nos había dicho que en el FIB llevaron mucho, mucho, mucho grabado. Se me hacía difícil de creer, pero efectivamente, en Santander fue evidente. Desde primera fila, y por mucha ilusión que se le pusiera, aquello no se sostenía: coros y gritos de los solistas que sonaban cuando no movían la boca, baterías sonando por encima de una base grabada, acordes de guitarra sin mover los dedos…

Vale que algo hicieron, que algo tocaban, y que no todas las voces estaban grabadas… pero los trucos fueron tantos y tan evidentes que resultó un concierto muy decepcionante. Llegó un momento en que no nos creíamos nada. Bu.

Fue el final de la noche, con anécdota surrealista incluida: cuando íbamos con unos amigos hacia su coche, un chaval que estaba cerca de la playa bebiendo nos preguntó (a cuatro individuos con las manos en los bolsillos) una frase que haremos nuestra a partir de ahora:

Oye, ¿no tendréis un hielo?

En fin. Hoy más. Seguiremos informando.