Escuchando: Sobre tus pasos (Manolo García)
Quien pudiera, quien supiera sembrar el desconcierto.
Despedirse con gesto de homerico viajero.
Buscar declives, resguardo, sotavento y pálidos reflejos…
Escuchando: Sobre tus pasos (Manolo García)
Quien pudiera, quien supiera sembrar el desconcierto.
Despedirse con gesto de homerico viajero.
Buscar declives, resguardo, sotavento y pálidos reflejos…
Escuchando: La ley del feriante (Nacho Vegas)
El otro día, hablando con byfed sobre visitas a la Feria del Libro y novedades literarias, me descubrió que Juan José Millás tenía libro nuevo. Y yo sin enterarme.
Al día siguiente volví a pasarme por la Feria, pero no lo tenían por allí. Hoy, aprovechando que en alguna librería siguen haciendo el 10% de descuento toda esta semana, me he acercado a comprarlo.
Y yo, que estoy abonado a las ediciones de bolsillo, me he acabdo gastando casi trece euros en un libro de apenas 140 páginas, con fotos (31), tipo de letra grande e interlineado generoso.
¿Merece la pena? Sí. He llegado a casa, y no lo he podido evitar. Aunque estoy leyendo otro libro, he empezado éste, y no he parado hasta que lo he terminado. Que no ha sido mucho después.
Para ponernos en situación: se trata de una recopilación de 31 fotografías de prensa, comentadas por la mordaz pluma de Millás. Demasiado tentador como para dejarlo en la librería.
A cada fotografía le acompaña un texto de tres páginas en las que el autor se despacha a gusto. No es un libro que pueda recomendar a todo el mundo; si se tiene alguna simpatía por Bush, Aznar, Rajoy, Acebes o la jerarquía eclesiástica, por ejemplo, no es la lectura más adecuada. A mí en cambio, me ha encantado. Millás en estado puro, más acido que nunca, con más mala leche que nunca. Emocionando (como en las líneas que dedica a una fotografía del 11M, o a esa señora desahuciada por una deuda de 39 euros) y criticando, demuestra ser el tipo de persona más peligrosa que uno se puede encontrar como adversario en este país: una persona inteligente.
Este librito tiene muchos momentos que me gustaría destacar (una de las fotografías está tomada en las Azores, y el título del capítulo es El trío calavera, háganse una idea), pero me voy a quedar con uno que me ha hecho mucha gracia, porque me ha recordado algo que me pasó. Se trata de la fotografía que aparece en la portada; en ella aparece una chica, en una manifestación contra la política educativa del PP, saltándose el cordón policial para saludar a alguien… Dice Millás:
Si usted es aficionado a los tests y quiere averiguar en dos segundos si es idiota, pregúntese del lado de quién se pondría en esta foto. Si se queda con los cráneos de plomo frente a la sonrisa que rompe en mil pedazos la monotonía de los uniformes, es usted idiota, con perdón, y seguramente no tiene remedio. Hágase ver, de todos modos.
Yo ya hice ese test. Hace unos años, estaba en París, pateándome en solitario la ciudad, cuando me di cuenta de que en los Campos Elíseos no había coches. Ni uno. Se podía caminar por el medio de la carretera, toda una gozada. Tengo fotos que lo demuestran. Cuando llegué a la plaza de la Concordia, vi que ese día el nombre era muy poco afortunado: era el centro de una gigantesca manifestación contra la guerra de Irak. Lo malo es que… yo había llegado por el lado que no debía, y estaba detrás del cordón policial, rodeado de policías y de furgones de ídem. Afortunadamente, no tardé encontrar a un gendarme que me abrió la barrera de espaldas uniformadas y pude pasar al otro lado. Test superado. Según Millás, no soy idiota. No por esto, al menos.
Lo que sí puedo llegar a ser es carne de cañon, eso sí. Si Millás hubiese tardado un poco más en escribir este libro, seguro que hubiese añadido la estampa de Jeb Bush (de los Bush de toda la vida) firmando esa ley por lo que a partir de ahora un ciudadano de Florida puede ponerse a disparar en la calle, si se siente amenazado. Como yo soy claramente una amenaza para el norteamericano medio, creo que no es buena idea que pise aquellos parajes. Por si acaso.
Qué mundo este, ¿no? Todo son preguntas. Seguiremos informando.
Escuchando: Lie (Dream Theater)
Intento distinguir entre las mentiras, y las verdades que no son ciertas.
Escuchando: I am mine (Pearl Jam)
Escuchando: Solo un poco (Manolo García)
Todos somos hijos del vaiven. Cazador cazado, calido gemido.
Ventanas abiertas al relente de la noche,
centros de universos, muñecos de resortes.
Si es que sincero he de ser y me escuchais,
os contare que hoy me siento un poco solo.
Solo un poco.
Si he de ser sincero, hoy me siento un poco solo.
Solo un poco.
Y hay tantos hoy en un instante…
Escuchando: Would I miss you (Cosigner)
Escuchando: I don’t like Mondays (Emily Slade)
¿Nueve euros por un concierto del que no sé absolutamente nada? Bueno, me daba buena espina, así que me arriesgué… además, hacía ya tiempo que no disfrutaba de un concierto en la Filmoteca…
Una hora y media después: noventa minutos de pura emoción. Tan sólo una voz, y una guitarra, nada más, y nada menos. Qué forma de tocar. Qué forma de cantar, qué cercanía. Con un sonido absolutamente perfecto, Emily Slade fue dejando caer canciones, historias, anécdotas, que nos iba explicando, con mucha simpatía, entre tema y tema. Y adornado además con algunas versiones: Cindy Lauper, Boomtown Rats, Dusty Springfield.
Una maravilla. Delicioso. Más que aplaudir, daban ganas de subir al escenario y darle un abrazo.
Y todo por nueve euros; una ganga, oiga.
Escuchando: Down in a hole (Alice in Chains)
Escuchando: What it was will never again (Telefon Tel Aviv)
Escuchando: Una tarde de sol (Manolo García)
Te busco entre la gente de las plazas.
Te busco en las calles de ciudades que ya no recuerdas.
Te busco en el perfume de mujeres que pasan,
en los silencios que crecen cuando ellas no hablan.
Te guardo una tarde de sol por si la quieres.
Ese es un tesoro que nadie podra arrebatarte.
Te guardo una mirada risueña que nada pretende…