Ahora que estamos todos a vueltas con el tele-trabajo, un par de apuntes:
Uno. Trabajar desde casa es posible en muchos más casos de los que se imaginaba. Es cierto. Pero no pensemos que este experimento colectivo a causa de la pandemia es un ejemplo de tele-trabajo. No. No hay que sacar conclusiones de rendimiento cuando muchos clientes y proveedores están cerrados, los niños están por casa revoloteando alrededor y todos tenemos la cabeza (además) a otras cosas. Es una situación de emergencia. El tele-trabajo habitualmente es más tranquilo y se puede organizar mejor. Palabra.
Dos. Hay que buscar un hueco en casa para montar el espacio de trabajo. Por si sirve de inspiración, os cuento mi experiencia. Cuando nacieron los mellizos mi despacho se convirtió en su habitación y yo me fui con mis trastos a… donde pude. Que en mi caso fue un hueco en el dormitorio donde hasta entonces había un armario auxiliar. 80 centímetros de ancho. Con planificación y un poco de maña conseguí encajar ahí un escritorio que teníamos por casa, un par de baldas y listo: el ordenador de sobremesa (con una tira de luz tras la pantalla como iluminación nocturna), mi SAI, un hueco para almacenar el portátil, escáner, impresora, tableta de dibujo, mi montón de discos duros convenientemente guardados y ocultos, un cajón para cargadores y accesorios… y todo ello sin demasiados cables a la vista gracias a un par de guías en las esquinas.
Eso y unos cascos con cancelación de ruido son mi equipo de batalla para estos días.
Seguiremos trabajando. Desde donde sea.