Escuchando: Tired (K’s Choice)
Está terminando un fin de semana extraño, cansado, sin grandes penas pero sin mayores glorias. Algunos planes esperados con ilusión han salido del revés, y eso siempre es una lástima.
La fiesta de las Guerras Cántabras, por ejemplo. El viernes nos dejamos caer por la localidad cántabra en la que se representan las batallas entre romanos y cántabros, convertidas en fiestas a las que tengo especial aprecio: hace dos años me acerqué por primera vez, y me llevé dos premios; bien distintos.
Este año todo había cambiado de ubicación, estaba más desorganizado, más soso; yo anduve falto de inspiración con la cámara, cansado, y un poco aburrido después del primer paseo de reconocimiento. Lo mejor de la noche fue estar con el miembro más pequeño de la pandilla. Lo peor: la vuelta a casa en la que el coche decidió romperse en medio de la nada… hay que ser positivos: nunca había montado en una grúa, ¡cómo molan, con tantos botones y lucecitas!
El sábado, la actividad histórica de la jornada consistió en una visita al Mercado Medieval de Santander. Desde hace años me acerco, con la cámara siempre a mano, al barullo y tumulto de tenderetes siempre pintorescos. Este año, por obras, ligero cambio de ubicación también. El resultado fue un agobio monumental de gente, imposibilidad de hacer movimientos contra la corriente, y unas ganas increíbles de salir de allí.
Hoy domingo me he dejado de Historia, y he pasado la tarde en un campo de batalla más agradable y más actual: un cumpleaños infantil. Y así se ha ido terminando este fin de semana, y con él un verano que se ha ido apagando poco a poco.
Seguiremos informando.