Después del día de reflexión de ayer, al más puro estilo patio de colegio, el pueblo ha hablado… así que les toca a unos recoger los frutos de sus errores, y a otros hacerse cargo de una victoria inesperada para la que no están preparados… en el país de los ciegos, el tuerto es rey, no ha ganado las elecciones el mejor partido, sino el menos malo… Me alegro de que hayan perdido los que han perdido, y miro con recelo a los que han ganado… qué dificil es contentarme, pardiez…
En realidad, para estar contento (o semi-ídem), me hace falta bien poco… ahí van un par de pildoritas:
Una buena película. Ayer vi Las Horas, película de la que me habían hablado mucho, para bien y para mal… mi opinión: la verdad es que me dejó bastante frío… mejor que cualquier gilipollez al uso, pero sin el gancho de mi cine alternativo habitual… En cambio, hoy he vuelto a ver una película argentina que me encanta: Martín (Hache). Hasta Juan Diego Botto actúa bien, que ya es decir…
Un buen concierto. Las citas con el Festival de Jazz son caras, pero nunca defraudan. Hoy, mientras algunos contaban papeletas, y otros esperaban el recuento, yo disfrutaba como un enano (no sé si es politicamente correcta esta expresión, pero así soy yo, irreverente verbal) de la música de Scott Henderson, guitarrista genial que no se ha visto eclipsado por el bajista de la banda (que tío más soso, por favor…), pero sí por su batería, al que ya había visto tocar en Tribal Tech: una mole de 200 o 300 kilos, aporreando la batería con tal fuerza que parecía que la iba a desmontar. Y no sólo con fuerza, claro, con maestría. Impresionante. Un concierto más bluesero de lo habitual, y del que he salido, como siempre, sonriendo….
Em fin… qué sería de la vida sin estos pequeños placeres…