Hoy se cumple un mes desde que comenzó nuestro confinamiento. Un mes con nuestros tres niños sin salir de casa. Y hasta ahora lo llevaban relativamente bien. Pero empieza a notarse el encierro, ellos se aburren, nosotros vamos agotando la paciencia. Y es que al final en la gestión de esta crisis se está echando en falta que alguien piense en los niños y en sus necesidades (más allá de discutir qué hacer con el curso escolar y cómo evitar que pierdan materia… como si tuvieran poco con lo que lidiar).
Hace un mes todavía podíamos soñar que no era para mucho tiempo. Ahora ya sabemos que ha sido largo y lo será más aún. Se van descartando poco a poco las vueltas al cole, las vacaciones planeadas, los conciertos, los festivales…
Ya cuesta decir eso de que «todo saldrá bien» porque no, no está saliendo bien. Ya nos conformamos con que no salga demasiado mal. O que salga, sin más. Pero cuando volvamos no será a la normalidad, no a la que conocíamos. Habrá que habituarse a nuevas costumbres y echar mucho de menos otras. Pero al menos esperemos que lo podamos hacer (casi) juntos.
Seguiremos informando.