Escuchando: Bookshop Casanova (The Clientele)
Todos los años igual: me tomo la celebración del Día del Libro con un entusiasmo infantil. Supongo que tener muy buenos recuerdos de mis libros de infancia ayuda. No he dejado de leer desde entonces, a temporadas más, a temporadas menos, pero siempre con algún libro cerca.
Hoy espero sacar un rato para acercarme a alguna de mis librerías preferidas de la ciudad, pero además lo celebraré «liberando» algunos libros, dentro de la iniciativa de BrookCrossing del colectivo Al Norte del Norte. En concreto, yo voy a dejar repartidos por Santander, en espera de nuevo dueño, los libros que aparecen en la imagen que encabeza estas líneas. Ya iré soltando pistas de dónde acaba cada uno. Son libros para todos los gustos, espero que alguno pueda ofrecer ratos de lectura tan placenteros como los que me han dado a mí. No acostumbro a desprenderme de mis libros, pero en este caso se trata de volúmenes que tenemos en casa repetidos después de unir nuestras respectivas colecciones. Regalando los míos consigo liberar un poco de espacio en la biblioteca, que ya está justita.
Para hoy, se me ocurren mil libros que recomendar. El imprescindible: Okela, de mi amigo Pedro, por si queda alguien sin leelo (el 1 de mayo estará firmando ejemplares en la tardía Feria del Libro de Santander). Para los que buscan algo diferente, se pueden pasar por Libro de Notas. ¿Libros infantiles? Me quedo con esa joyita de Santi Balmes y Lyona, Yo mataré monstruos por ti. Estos días vuelve Eduardo Mendoza con una nueva aventura del inolvidable detective Ceferino, también a tener en cuenta. En fin, hay tanto por leer, que cuesta decidirse. Pero lean. Háganse el favor.
Vivimos en tiempos acelerados en los que ya nos cuesta hacer una sola cosa a la vez con atención. Trabajamos pendientes del correo electrónico, comemos viendo la televisión, vemos la televisión pendientes del móvil, miramos el móvil mientras hablamos con otras personas, escuchamos música mientras hacemos deporte o la colada ganamos tiempo para hacer todo a medias, y hay momentos en los que se agradece poder desconectar y centrar toda nuestra atención en una historia, unos reinos lejanos, unos personajes que nos conmuevan, que nos hagan reír, que nos permitan evadirnos por un rato, e imaginar. Que nos recuerden que podemos prestar atención, analizar y pensar sobre lo que leemos. Y de paso recordar cómo era eso de las ortografía y la sintaxis, que a este paso acabaremos todos escribiendo con los vicios que leemos en Internet y en los programas de mensajería. El horror. Lean, da igual si se trata de papel o de libros electrónicos.
Hablando de libros electrónicos, y en relación con lo anterior: si quieren probar, si quieren dar el salto, yo sigo recomendando los aparatos con pantalla de tinta electrónica, esos que son más sosos y más baratos. Se lee con mayor comodidad, la batería dura una barbaridad, y la experiencia es más parecida al papel. Sí, con un iPad o una tableta de pantalla de colorines se pueden hacer muchas más cosas (gastarse más dinero entre ellas), pero también tendremos muchas más interrupciones, o tentaciones de tenerlas (los avisos de las redes sociales, del correo electrónico, la curiosidad de consultar una web )
Sea como sea, el libro electrónico ha venido para quedarse, por mucho que el mundillo editorial siga mirando para otro lado y silbando con disimulo. Ojalá pronto se equipare el IVA de ambos formatos, que sigue siendo totalmente injusto. Aunque el mayor problema sigue siendo que muchas novedades (y fondos de catálogo) directamente no se publican más que en papel (el caso de Murakami y su 1Q84 sigue siendo sangrante), y cuando lo hacen suelen estar por encima de los 10. Teniendo en cuenta que sólo compramos el derecho a poder leerlo, pero no a prestarlo ni regalarlo, y que los gastos de fabricación y distribución son mucho menores, me sigue pareciendo una política de precios suicida. Sobre todo cuando la plataforma que se han inventado en este país para vender libros electrónicos, Libranda, es tal despropósito que resulta mucho más sencillo buscar en Google por las trastiendas más oscuras. Ahí Amazon tiene mucho que enseñar. Comprar un libro en su tienda es insultantemente sencillo, y con un click (literal) lo tenemos en nuestro dispositivo. A ver si aprenden los demás.
Nota al margen: recuerden que si quieren probar la tinta electrónica, en muchas bibliotecas públicas (la Central de Cantabria entre ellas) pueden pedir prestado un aparato de éstos durante 15 días. Libros para leer en él no prestan (salvo los clásicos que vienen de serie), pero el dispositivo para hacer la prueba sí.
A lo que iba: que disfruten hoy de sus lecturas, visiten alguna librería (hay volúmenes que nunca se podrán digitalizar), dejen un rato apagada la televisión y piérdanse entre las páginas de algún libro. Es un vicio que yo espero no perder nunca.
Seguiremos leyendo.