Escuchando: Our House (Madness)
Ayer fue uno de esos días que pasan volando; uno se despierta con normalidad y termina el día con una hipoteca, ahí es nada. Cosas de mayores. Ya hacía tiempo que buscábamos piso, sin prisa ni pausa, pero en los últimos meses todo se había acelerado, para frenarse al final y terminar en un sprint que tuvo ayer como meta una notaría.
Buscar piso es una experiencia muy peculiar, sobre todo si se puede hacer con calma y sin una necesidad apremiante. Desde un principio decidimos acotar mucho la búsqueda: nos gusta la zona en la que vivimos ahora, queríamos (sí o sí) tener ascensor, no estar agobiados de espacio, toda la luz posible y un precio razonable. Con esos criterios comenzamos a peinar la zona y descubrimos que tampoco había mucho donde elegir. Poca construcción nueva hay en el centro de Santander, y la mayoría de las casas demuestran sus años con portales poco accesibles y sin ascensor. Las que lo tienen, lo tienen de oro (o similar) y lo reflejan en su precio.
Y por supuesto, a la gente le cuesta mucho bajarse del guindo. A pesar de cómo está el patio, se siguen pidiendo auténticas barbaridades por pisos que se caen a pedazos.
No voy a decir que hayamos visitado muchísimos pisos. Sí unos cuantos, dentro de nuestro presupuesto y algo por encima (negociar siempre es una opción a tener en cuenta). Pisos de 60 metros cuadrados con tres mini-habitaciones, zulos con poca luz, pisos con mosaicos en el suelo, áticos agaterados hasta el infinito y más allá en los que en la mitad de los metros ni mis sobrinos podrían ponerse en pie, propietarios que echan pestes de las tiendas de los chinos del barrio, agentes inmobiliarios (que hemos evitado en la medida de los posible) que hablan más de la cuenta, la tristeza que produce visitar un piso procedente de embargo ha habido un poco de todo.
Sólo dos pisos, en cerca de un año de búsqueda, han conseguido que se nos despierte el interés: encajaban en el presupuesto y nos imaginábamos viviendo allí. En el resto de los casos, ni con imaginación parecía buena idea.
El primero de ellos tenía una orientación privilegiada, aunque no nos convencía la distribución. Fue por entonces cuando nos animamos a incorporar un factor que habíamos evitado: la reforma, a lo grande. Y descubrimos, gracias a un buen contacto, que no es tan costoso ni tan complicado como se pueda pensar. Al menos sobre el papel. Este primer piso quedó descartado, por falta de metros. Una vez puestos a encajar nuestros trastos, estábamos encajonados desde el día cero. Lo desechamos, a pesar de que era muy barato (y más que lo fue tras nuestra negativa) pero hicimos bien: aparte de ser pequeño, se salía un poco de la zona, el portal no convencía, y a la larga iba a tener vistas mucho menos despejadas. Sirvió, eso sí, para que nos centrásemos y supiésemos mucho mejor lo que buscábamos.
Ampliando un poco el presupuesto, acabamos llamando de nuevo al primer piso con el que iniciamos el proceso. En su momento tenía un precio tan disparatado que ni lo visitamos (y eso que, nos decían, ya lo habían bajado unos siete millones de las antiguas pesetas). Un año después, había bajado lo suficiente para empezar a planteárselo. Una primera visita a la casa nos dejó ilusionados, y una negociación con los propietarios acabó con una rebaja de casi un 27% del precio de unos meses atrás (y un 36% sobre el precio con el que comenzaron).
Tras hablar con nuestro contacto, y zanjar un presupuesto para la reforma necesaria (en este caso, bastante importante) conseguimos cuadrarlo todo, se concretó y firmamos un contrato de arras hace casi dos meses. Después todo se retrasó: los propietarios (gente de palabra la palabra «quizá«, en concreto) han estado hasta hace una semana poniendo en regla todos sus papeles, y mientras nosotros nos comíamos las uñas porque teníamos que hacer malabares para mantener en su sitio todas las piezas de nuestro puzzle: reforma, licencia de obra, el mes de agosto -en el que todo se para- acechando, hipoteca, tasación, alquiler actual Llegó un momento en el que parecía que todo se torcía, e incluso encontramos al ganador absoluto del premio al empleado de banca gilipollas. Uno se acaba desanimando cuando comprueba lo mal que puede trabajar la gente.
Al final el viernes pasado se desbloqueó toda la burocracia pendiente, y en tiempo record (porque a pesaos no nos gana nadie) conseguimos reunirnos todos en la notaría ayer, en una firma con algún tinte surrealista (si no, no seríamos nosotros).
Cinco minutos después de firmar estábamos llamando para poner en marcha las obras de la reforma, que dentro de dos meses dejarán la casa como nueva, esperamos. Todo ello, despreocupándonos, sin vivir allí aún, y dejándolo en manos de nuestro aparejador. Cuando terminen, mudanza y a estrenar casa. De momento, el verano lo pasaremos disfrutando de la actual, y de su terracita (que será lo único que echaremos de menos después, seguramente)
Nos quedan dos meses ahora para buscar muebles (y cocina, y electrodomésticos ), simular en el ordenador (sí, somos así) y hacernos a la idea de que tenemos casa e hipoteca como los mayores. Pero a nuestra manera, claro.
No puedo terminar sin agradecer a un montón de gente que nos ha ayudado en todo este proceso, aunque suene a discurso de entrega de premios: a la famila por mil motivos, a las chicas de la notaría porque lo han hecho todo mucho más fácil (a pesar de ser ingenieros), al amigo que nos puso en la pista de nuestra hipoteca (de las más baratas que han firmado en la notaría en mucho tiempo, nos dicen), a nuestro contacto campechano en el banco (una pena que haya estado de vacaciones a última hora), a ella por ser la mejor compañera en esta aventura, y a nuestros futuros vecinos por la paciencia: la próxima semana irán los obreros con los mazos.
Hipotecados, sí. Pero seguiremos informando.
6 comentarios sobre «Nuestra casa»
Pues nada, pedimos reserva para alguna de las inauguraciones 🙂
Enhorabuena a los hipotecados.
que sea enhorabuena!
Nosotros andamos igual. Por cierto, una vez os acaben la reforma, si estas contento pasame el contacto, que . de momento, lo que nos gusta, tenemos que hacer bastante obra.
Bienvenidos al club de los hipotecados.
Nosotros ingresamos hace 3 meses y la verdad es que estamos la mar de contentos.
¿Nos vemos este finde por las casetas?
Fito: eso está hecho, por descontado 😉
Robreto: ya te contaré. De momento a la persona que lo va a hacer la conocimos porque vimos un piso que había reformado su empresa, y nos gustó mucho. De precio creo que lo hemos ajustado mucho, así que parece buena opción. Cuando terminen ya te contaré, u os lo enseñamos directamente 😉
Jaime: Para nosotros los primeros tres meses serán los más chungos, que vamos a estar con gastos dobles (seguimos de alquiler durante la obra), pero lo hemos cogido con muchas ganas 🙂
No sé si cataremos mucho las casetas este finde: estaremos metidos en el festival de la Campa, y tengo un bautizo de por medio, así que imagino que las estrenemos la semana que viene… de todas formas, intentaré llevar tu cd en el bolso, por si acaso :p
Una rebaja del 27% negociando??? JAJAJAJAJA, no te lo crees ni tu. No tomes a la gente por idiota!!!
Justice, inventarse cosas es demasiado cansado, no tengo tiempo para ello. Si no te lo crees, allá tú, no me voy a poner a convencerte 😉