Escuchando: Trouble (Coldplay)
Acabo de superar -creo- una crisis que llevaba arrastrando desde mi vuelta de Madrid. Una crisis con mi cámara, con la grande, con mi ojito derecho. Y como parece que todo ha terminado bien, una vez relajado creo que puedo dedicar unos minutos a contar mis desventuras.
Acto I
Planteamiento: el polvo, ese gran enemigo
Pues sí, cuando uno tiene una réflex, y cambia de objetivos, es fácil que entre algo de polvo al interior de la cámara. En las digitales el problema se agrava. En el peor de los casos, acaba sobre el filtro que cubre el sensor, y aparecen manchitas en las imágenes. Que se quitan en medio segundo con el Photoshop, pero jode gastarte los cuartos en una cámara de fotos para que siempre saque las fotos con manchas.
La solución habitual, inspirada por el lobo del cuento de los tres cerditos, es simple: y soplaré y soplaré hasta que el polvo eliminaré. Y mejor que soplar, carrillos henchidos, cual vela de cumpleaños, con una perilla de aire, que siempre queda más serio. Así elimino la mayoría de motitas de polvo que me entran.
La mayoría.
Tenía dos motas rebeldes (¿motas cojoneras?) que no se iban ni a tiros, y me estaba quedando ya con la mano tonta de tanto darle a la pera. Al final, conseguí eliminar una de ellas, pero… oh, cielos: ¿qué cojones es eso? Me había aparecido la supermota en medio del sensor: un milímetro de polvo, insultantemente visible, y que no había manera de hacer desaparecer. Desastre. Nervios. Crisis.
No entraré en detalles. Si diré que entré a limpiar la cámara como un elefante en una cacharrería. La motita se fue, asustada seguramente. Pero dejé la cámara emborronada. Horrible. Pensé: que no cunda el pánico.
Lo pensé mejor: que cunda. Y cundió. Cumplí con las indicaciones de cualquier buen manual de ataques de pánico, y me puse a dar vueltas corriendo por mi habitación, gritando y agitando los brazos.
Una vez cansado de hacer el idiota, me serené y llegué a la conclusión de que tenía un serio problema. Había dejado la cámara prácticamente inutilizable.
Acto II
Nudo: en el estómago
Seamos sensatos: llevemos la cámara al servicio técnico, que por algo son profesionales. Primero, pregunto en la tienda donde la compré. El fotógrafo que anda por allí es muy majo, pero ya voy teniendo dos problemas con la cámara, y en los dos casos lo he tenido que solucionar por mi cuenta. Lo tendré en ídem. Lo único que hizo fue remitirme al servicio técnico, me dijo que mandase yo mismo la cámara a Finicon, distribuidores de Nikon en la península
Cuando escribo Finicon, ustedes pueden leer tranquilamente Sauron. Viene a ser lo mismo. La mala fama de este servicio técnico es legendaria. Me han dicho en varias tiendas que si la mando a limpiar, que me prepare para estar un mes sin cámara. Eso cuando la cojan, porque les he llamado, y el contestador me ha dicho que están de vacaciones en Agosto. Cojonudo. Genial. ¿Y ahora qué hago?
Acto III
Desenlace: con dos cojones; y un bastoncillo.
Después de investigar un poco por internet, y de pasearme por gran parte de las tiendas de fotografía de Santander, acabé comprándome esta tarde un kit de limpieza de objetivos. Por seis euros me llevé un montón de cosas, pero a mi sólo me interesaban dos: un líquido especial, y unas hojas de papel muy fino, tipo papel cebolla, pero más suave.
Con eso, y un acojone importante en el cuerpo, me dispuse a hacer un último intento, siguiendo el refranero popular: de perdidos al río; y buena sombra me cobije. Peor no lo iba a dejar. O eso esperaba.
Con el líquido conseguí quitar las manchas que había en la cámara. Pero el líquido me dejaba marcas también. Un sin dios. Al final, encontré el método, le pillé el truco, y aparentemente, conseguí dejar ese maldito y sensible rectángulo verde limpio como una patena. Y ahora que caigo, no sé que leches es una patena. Luego lo miro en el diccionario. De momento digamos que lo dejé tan limpio como algo muy limpio.
He hecho alguna foto de prueba (una hoja en blanco, desenfocando, etc) y la he pasado por Photoshop, y parece que está limpio, limpio, limpio. Crisis superada. Vuelvo a tener cámara. Y alguna cana, posiblemente.
Moraleja: niños, no intenten esto en sus casas.
Seguiremos informando.
5 comentarios sobre «Mi cámara:Tragicomedia en tres actos»
Soy testigo de la supercrisis!! Eres un superheroe!! con dos cojones!! jajaja
Je, je, je. Viví la crisis en directo. Como si lo diese la CNN 😀 Míralo por este lado: cuando te vuelva a pasar estarás preparado.
Por cierto, la patena es el platillo en el que el cura lleva las hostias pa’ repartir.
¡Vaya odisea!
Yo no sé cómo lo hubiera resuelto.
Felicidades
Yo por ponerme a limpiarla una vez me cargue el autofocus… asi que mi camara ya conoce al servicio tecnico (gracias garantía!) 😛
Pues yo tambien tengo una D70 y he sufrido eso mismo en mis carnes, la verdad es que se pasa francamente mal, perilla en mano no conseguia nada, así que sabes lo que hice ?…
Me cojí un trozo de carton y lo corté de la medida del sensor CCD, y le lié un trapito de estos de limpiar las gafas ( de los buenos de tela ) suabes y especiales para limpiar lentes. Lo pasé por encima despues de darle fuerte al trapo contra un trozo de plastico (carga estática) y … evoilá sensor ccd perfectamente limpio 😀 sin liquidos ni cosas raras. Ahora llevo un enorme cuidado con el cambio de objetivos 😀
Salu2 Caleidos