Escuchando: Contradictions (Bang Gang)
Yo no sé si le pasará a todo el mundo; a mí sí. Acostumbrado a llevar una permanente banda sonora fuera o dentro de mi cabeza, hay canciones que acaban asociadas a momentos, a personas, a recuerdos, a situaciones… y dejan de ser una colección de notas de 4 minutos de duración, para convertirse en parte de uno mismo.
Así, American Pie ya siempre comenzará en una galaxia muy muy lejana. The Flying Pickets grabaron el Only You de Yazoo a capella en su estudio, y unos que yo me sé lo hicieron con un casette a las 3 de la mañana, en una casa de Barruelo, con la letra garabateada en el papel de una caja de galletas. Holding out for a hero no tiene nada que ver con anuncions de pulpos, sino con montruos verdes y con salas en las que hay niños que van por primera vez al cine y adultos que lo hacen por última. In The Sun de Joseph Arthur es esa canción maravillosa que descurí en un anuncio de perfume y que no he intentado ni conseguido sacarme de encima. So Long Marianne es una canción de Leonard Cohen, aunque yo me quedo con la versión de James, que sigue siendo la mejor forma de saludar a quien sólo puedo de ver de cuando en cuando. Creep de Radiohead siempre me recordará a meteduras de pata. Plug-in Baby de Muse, a buenos momentos, risas y sonrisas que se pierden. Done with Bonaparte es una canción de Mark Knopfler que se disfruta mejor con un apagón y coreada por miles de gargantas. Después de muchos meses, caí en que la canción de aquella fiesta revival en Praga era Beds are Burning, de Midnight Oil. El The end de los Doors significa que llega la hora del cierre, y hay que salir del Mercurio, en Malasaña.
Y así, tantas y tantas.