Siempre me ha costado diferenciar entre lo cóncavo y lo convexo… ¿cuál es cuál?
Es muy distinto verse reflejado en una cucharilla de un café nunca tomado, o en los espejos del laberinto en el que se convierten los días muchas veces, y verse muy pequeño, o muy grande. Verse hinchado, deformado, ocupando todo el espacio disponible, o apenas intuirse, como un punto allá en el fondo, donde las formas se confunden, donde lo mismo puede tratarse de la propia imagen o de cualquier otra cosa sin importancia…
Y no es lo mismo vivir detrás de un cristal cóncavo que de uno convexo. Verlo todo desde detrás de una lente puede hacer que los caminos que se encuentran por casualidad continúen acercándose para siempre, o que al contrario, se separen cada día un poco más, lenta, inexorablemente.
Quizás sea eso, quizás caminos que se encuentren en medio de celebraciones, cuando muchas sonrisas se ven a través del vidrio de un vaso, se vean deformados por esa lente improvisada, y nos parezca que se van a acabar juntando. Cuando desde el otro lado se vea exacta y milimétricamente todo lo contrario.
Quizás sea eso. Quizás yo tengo días cóncavos, o convexos, y los demas no. O los demás sí, y yo no.
Siempre me ha costado diferenciar entre lo cóncavo y lo convexo… ¿cuál es cuál?