Hoy por la tarde cuando he salido de trabajar, un rápido vistazo al cielo me ha hecho llegar a la conclusión de que iba a llover. Mucho. Se veía venir. Gotas como cucharas soperas, rayos, truenos. No falla. Fijo. Son muchos años mirando al cielo en Santander para equivocarse.
Y sin embargo, en lugar de coger el autobús me he venido andando. A pesar de saber positivamente que va a llover, de que no se puede evitar lo inevitable, tengo cierta tendencia a negar irracionalmente las evidencias, a pensar que el tiempo va a cambiar, que voy a llegar a casa seco, tras dar tranquilamente un paseo…
Y no, claro. Ha llovido.
Me he mojado lo suficiente para comprobar que el paseo no ha sido la mejor opción, ni la mejor de mis ideas.
Pero lo suficientemente poco como para que mañana vuelva a hacer lo mismo.
No me pasa sólo con la lluvia…