Mi comentario de esta mañana tenía un tinte bastante pesimista, cierto…. pero es que una de las razones por las que tengo este weblog es para ser el marco de mis rabietas… que no me quiten el derecho la pataleta 😉 De todas formas, y como bien dice Félix en su weblog, en todas partes cuecen habas (bueno, no lo dice así porque él lo escribe en inglés, pero la idea es esa… 😉
En cambio ahora no voy a hablar de temas trascendentales… y si lo hago, lo voy a a hacer con humor, con buen humor… como el de los últimos libros que están cayendo en mis manos… El último libro que he leído ha sido «El misterio de la cripta embrujada», de Eduardo Mendoza… escritor que descubrí con la hilarante «Sin noticias de Gurb», y cuyos libros, en general, se leen de carcajada en carcajada. Este de la cripta no es una excepción… he descubierto que está protagonizado por el mismo personaje anónimo y demente que «Las aventuras del Tocador de Señoras» (otro libro recomendadísimo), y en fin… genial, increíble… qué risas…
Ahora en cambio estoy leyendo un libro de artículos de Juan José Millás, otro escritor que me encanta… una de esas personas que tiene un universo particular, con pasadizos secretos interconectados a través de armarios y vida animada en los objetos inanimados más insospechados… Un escritor al que hay que acercarse sin prejuicios y con la mente bien abierta…
Este libro que estoy leyendo se llama «Cuerpo y Prótesis», y me despido con el principio de uno de sus artículos, ácido y crítico donde los haya, pero que me encanta….
«Tras una paella a pleno sol, cada uno se dejó caer sobre una hamaca, y entonces había un desatre nuclear al que sólo sobrevivíamos el PP y yo, que como es natural decidí suicidarme al instante con una sobredosis de inmundicias atómicas. Cuando estaba a punto de expirar, el PP me hizo un lavado de estómago para acusarme de homicidio en grado de tentativa, por lo que solicitó la pena capital, restaurada tras la catátrofe. Intenté hacerle ver lo absurdo de sancionar el suicidio con la defunción, pero el PP se desenvolvía en el interior de una lógica impenetrable y fui condenado a muerte de por vida. Una fórmula penal desconocida hasta el momento y que nadie supo explicarme satisfactoriamente.»