Doble primer año

Pasteles y velas

 

Cómo pasa el tiempo. Ayer nuestros pequeños cumplieron su primer año. Un año que más que vivir hemos sobrevivido, agotados, asimilando y gestionando una familia numerosa que nunca estuvo entre nuestros planes. Pero ya sabéis, la vida te lleva por caminos raros.

Cualquier esfuerzo tiene su recompensa, por supuesto. Y los grandes esfuerzos tienen recompensas descomunales. Hace un año Daniel y Noa eran dos bebés minúsculos que apenas nos atrevíamos a tocar metiendo la mano en una incubadora. Pasaron los días, crecieron y llegaron a una casa que desde entonces no volvió a ser igual. Hoy se han convertido en dos niños geniales, guapísimos y tan simpáticos como distintos. Daniel, Dani, lleva en su carga genética mi tranquilidad. Es feliz viendo la vida pasar con sus preciosos ojos claros (gracias familia por aportar genes recesivos que hemos conseguido activar) y su sonrisa de Don Juan. Para ser el más pequeño de todos, está creciendo como un jabato. Noa en cambio, dos minutos mayor, es un terremoto en tamaño más contenido. Quiere andar a toda costa y está a punto de conseguirlo. No se duerme si no es por agotamiento (de todos) y quiere tener en la mano todo lo que ve. Sea de quien sea.

 

 

Verlos jugar juntos es una maravilla. Y más cuando llega el tercero en discordia, su hermano mayor… que en realidad con tres años es poco más que otro bebé en talla XXL. El pobre lleva como puede su pérdida del trono en un año que está siendo complicado. Sus pataletas son nuestros dolores de cabeza. Pero el esto del tiempo es el hermano mayor perfecto y sus ocurrencias darían para un libro. Cuando hablen los tres esto va a ser para comprar palomitas.

 

 

Un año con tres niños de estas edades ha resultado una locura. Todavía nos sigue costando movernos en bloque. Llegamos tarde a todos lados y siempre hay alguien llorando. No necesariamente niños. Por eso se acaban valorando mucho más los pequeños logros. Esos días en los que conseguimos escaparnos de picnic. Las quedadas familiares. Las reuniones con amigos. Sin grandes aspiraciones pero con pequeños tesoros.

 

 

No habríamos llegado hasta aquí con cierta dignidad sin la ayuda de nuestra familia. De nuestros amigos. De Pocoyó. Gracias a todos. El camino que nos queda por delante no creo que vaya a ser más fácil. Pero dudo que vaya a ser más difícil. Será diferente. Con nuevos retos y nuevas alegrías. Y allí estaremos dando lo mejor de nosotros.

Ayer lo celebramos como mejor supimos. Tranquilamente, al sol, en un parque, explorando y manchándonos. ¡Hay tanto por descubrir y por aprender!

Seguiremos creciendo. Seguiremos aprendiendo, nosotros también. Y seguiremos buscando esos pequeños momentos en los que tres sonrisitas hacen olvidar cualquier otra preocupación.

¡Feliz cumpleaños, Noa! ¡Feliz cumpleaños, Daniel!

Abrazos prematuros

Daniel en incubadora

 

Me enteré por casualidad de que ayer se celebró el Día Mundial del Niño Prematuro. Otro día más, de tantos, si no fuese porque en este caso me tocaba muy de cerca. Hace unas semanas llegaron Daniel y Noa, antes de tiempo. Después de 15 días ingresados en la unidad de neonatología, desde hace unos días estamos ya todos en casa, con mucha ilusión y toneladas de sueño.
Se hace extraño pasar por la experiencia de celebrar la llegada de los pequeños mientras la cabeza se llena de preocupaciones sobre el porqué, el cómo y el cuándo. El respeto que producen las incubadoras, los cables, los pitidos, los cuidados con la higiene en las visitas, los protocolos… se van transformando con los días en familiaridad, en arrebatos de muestras de afecto, en cariño por un personal que se vuelca con los pacientes más pequeños del hospital.
Hemos sido muy afortunados. Nuestros pequeños llegaron antes de tiempo… y nada más. Allí coincidimos con padres (en general, pero especialmente, y por supuesto, madres) valientes, con mil miedos, con mil preguntas, y con un único objetivo: acercar poco a poco a sus pequeños a la casilla de salida. A la puerta mágica que lleva a casa. Y poco a poco fuimos formando parte de un grupo en el que las confidencias y los desahogos nos hicieron partícipes de historias felices, duras, terribles, de esperanzas, de sustos.
Pasaron los días y de repente nuestros minúsculos pequeños ya estaban listos para conocer al resto de nuestra familia. Y nosotros no estábamos seguros de estar tan listos para el reto. Pero una sola de sus sonrisas vale por un mundo. Eso compensa todo.

 

Daniel y Noa

 

Gracias a la ciencia, un bebé prematuro hoy en día es un niño que afortunadamente, generalmente, tardará un poco más en salir del hospital. Nada más. Y es maravilloso lo que se consigue hoy en día. A todos los padres que tengan que pasar por el trance: ánimo. Es duro, pero hay que mirar la parte positiva: tenemos la suerte de observar el desarrollo de las últimas semanas del embarazo con nuestros bebés delante. Tenemos la suerte de poder abrazarlos mucho antes. Y un niño con abrazos de más será un niño afortunado, sin duda.

 

Seguiremos informando.