No tengo boca y necesito gritar

Escuchando: Brother up in Heaven (Alan Parsons)

Lo de anoche fue raro. Extraño. Una de esas noches de sábado en las que uno no sabe si reír o llorar. Y opta por el camino del medio. Beber.

Y me explico. Con la nochecita que hacía, el primer plan que tenía en mente era quedarme en mi casita, ver alguna peli, o intentar descubrir formas ocultas en la textura del papel pintado de mi habitación. Cualquier cosa.

Pero cuando viene de visita gente a la que hace un montón que no se ve, que anda trabajando por otras ciudades o países extranjeros, no hay excusa para quedarse en casa.

Hacía un frío de mil demonios, y al poco tiempo, yo me quedé literalmente helado. Pero no por fuera, sino por dentro; no por la temperatura, sino por una llamada de teléfono con noticias muy tristes; una de esas situaciones en las que me gustaría que los kilómetros no existiesen, para poder dar al menos un abrazo… nunca sé que decir. Yo no tengo la entereza que admiro en quien me lo contaba, y en esos casos me suelo romper por dentro.

No sé si por evitar pensar serenamente en ello, o porque me fui encontrando con gente y más gente, mi plan de salir un ratito ná más, se alargó mucho más de los previsto. Y como ya salí de casa con la garganta tocada, y tuve alguna larga conversación de madrugada, medio gritando para oírnos (fase exaltación de la amistad, pero un poco más sesuda) el resultado, inevitable, fue que a eso de las seis de la mañana me quedé completa, total y absolutamente sin voz. Nada. Ni una sílaba. Mudo. Y como no podía hablar, me puse a hacer fotos. Creo que el alcohol y las cámaras digitales son una combinación peligrosa. En algunas fotos salís muy dignos. Muy guapos todos. Pero… tío, ¿cómo ha llegado esa foto de tu culo a mi cámara? :S

En fin. La vida siempre ha sido una tragicomedia. Quiero llorar pero no tengo lágrimas; necesito gritar pero no tengo boca.

Seguiremos informando…