Y una mano que no tiembla

Escuchando: El palo pinto (Cahórnega)

Que no me gustan las bodas es algo que ya he contado alguna vez. Ahora bien: algunas sí; hay días en los que uno hace excepciones con risas, sonrisas y mucha alegría.

Ayer fue una de esas ocasiones. Nuestros amigos querían tener una boda especial y diferente, y lo consiguieron. El planteamiento ya era bueno: la boda se celebró en uno de nuestros pueblos más bonitos y llamativos. La casa donde se celebró la fiesta es de auténtica postal. El buen tiempo se hizo de rogar, pero apareció y nos dejó una tarde de foto. No hubo tampoco fotógrafo al uso: fui yo el encargado de hacer un reportaje al que estoy seguro que un profesional pondría mil pegas, pero del que fue un placer hacerse cargo: supliendo los medios con guiños, lo tradicional con lo entrañable.

Y la verdad es que me gusta el resultado. Sí.

Pero no sólo hubo fotos, claro. Ni mucho menos. Hubo una novia espectacular y un novio radiante. Hubo cántabros, hubo yeclanos, un asturiano, dos valencianos, un inglés y algún madrileño. Hubo música, cantos, gaitas. Hubo niños, hubo bromas, hubo sí, quiero. Hubo cortejo de los novios por medio pueblo, hubo cocktail, hubo barril de 100 litros de sidra. Los novios cortaron la tarta con una espada tradicional cántabra, y a ritmo de Romeo and Juliet. No hubo vals: hubo folk, y el palo pinto ya es, definitivamente y sin remedio, una canción que nos emociona.

En los bailes, en lo musical, hubo de todo, claro. Y la verdad es que nos mantuvimos bastante alejados de la pista durante gran parte de la tarde. Pero el fin de fiesta fue nuestro, sin duda. Un poco de buen pop español acabó con la mesa nueve dándolo todo.

En fin. No hacía falta más que veros, además, para comprobar que lo pasáteis tan bien como nosotros, o más. Gracias, gracias por compartir así un día tan especial.

Seguiremos informando.