El bueno, el bueno y el bueno

Escuchando: El éxtasis del oro (Ennio Morricone)

Histórico el concierto de ayer, Ennio Morricone en el día de su cumpleaños, con la Orquesta Sinfonetta y el coro Intermezzo, doscientos músicos sobre el escenario y unas composiciones tan míticas que ponían la piel de gallina.

Quizás esperaba un final más épico con La Misión, pero al final el momento álgido de la noche llegó con los temas de El bueno, el feo y el malo. Un interpretación irrepetible, que conseguimos que se repitiese a base de aplausos y en forma de bis. Insisto: histórico, no somos dignos.

Eso sí, como soy un gruñón, van los peros: un Palacio de Deportes no es el sitio adecuado para un concierto de estas características. Las percusiones y, especialmente, la batería producían ecos por todo el recinto. Una lástima, sobre todo teniendo en cuenta que en nuestra ciudad tenemos un Palacio de Festivales con una acústica idónea, y con un aforo similar. Cuántos caminos inescrutables

Voy a recordar otra vez el concierto de ayer, y a imaginarme que estoy en un duelo… seguiremos informando.

Hola, ¿está el libro?

Escuchando: Pongamos que hablo de Madrid (Joaquín Sabina)

Me he traído de vuelta de Madrid mucho cansancio, una buena dosis de sueño, dos carretes caducados que me regalaron, un nuevo fotómetro antiguo, un caleidoscopio, un par de discos y una fonera.

Lo de la fonera ha sido una de las pocas cosas que he sacado de un SIMO más soso incluso que años anteriores. Ni siquiera la zona Apple tenía algo especial. Lo más destacable, lo dicho: la generosidad de la gente de Fon (y mejor aún con buenos contactos), y poder echar un vistazo al nuevo Windows Vista. No tiene mala pinta, lo que no es decir mucho: utilidades y aspecto calcados de otros sistemas operativos (y no miro a nadie) con prestaciones inventadas ya hace tiempo… sólo que con Windows hace falta un ordenador monstruoso para que vaya decente. Prepárense, ustedes usuarios ansiosos de Windows, a cambiar de equipo para probar lo último.

El resto de la visita a la capital se resume en: muchas risas, aglomeraciones en el metro, una visita al teatro, descubrimientos de rincones, jazz, cenas en sitios curiosos (viendo incluso alguna cara conocida), encuentros, reencuentros, presentaciones, y falta de tiempo para quedar con mucha más gente. Me hacen falta días de dos días.

Tiempo. Eso es lo que tuve que hacer en la T4 antes de coger el avión hacia Santander. Colas, retrasos, facturaciones caóticas y desayunos tardíos nos llevaron de vuelta desde el lluvioso Madrid hasta la cálida y soleada Santander. Quién me lo iba a decir.

Seguiremos informando.

No sé vivir sólo con cinco sentidos

Escuchando: Por la boca vive el pez (Fito & Fitipaldis)

Muchos, muchos planes, en todos los sentidos.

Tacto. Toquetear. Juguetes. Cacharrines. Mañana a primera hora me voy a Madrid, a disfrutar del fin de semana, y de la ya habitual visita al SIMO. Seguro que acabo saludando desde la zona Apple.

Oído. A la vuelta de la capital, una delicia para todo aquel que se precie de tener orejas. Ennio Morricone en Santander, con orquesta de cien músicos y coro de otras tantas voces. De lujo. Me emociono sólo de pensar cómo va a sonar La Misión. Mejor incluso que mis nuevos auriculares: Sennheiser es ya definitivamente mi marca preferida; y PC City una cadena de tiendas con las que hay que tener mucho ojo para que no te la cuelen en los precios.

Gusto. A Orujo. Después del concierto de Ennio, habrá que disfrutar y degustar la Fiesta del Orujo. El año pasado fue una noche gloriosa, y tenemos intención de repetir, pese a las bajas. El mecanismo de la fiesta es sencillo. Se resume en dos palabras. La primera es orujo. La segunda es gratis.

Vista. Tendré que tenerla para participar en algún concurso de fotogafía que tengo a la vista. A ver qué sale. En uno de ellos cobran un pico por la inscripción, pero a cambio regalan estancia en alojamientos rurales. Y yo ya tengo plan para un fin de semana con cámaras, unos cuantos amigos, naturaleza, chimenea y bañera de hidromasaje. ¿Suena bien? No, no: mejor.

Olfato. Un sentido que vendría muy bien para los negocios. No sé si lo tendré, pero lo cierto es que tengo mil ideas en la cabeza, otra cabeza pensante con otros tantos proyectos, y muchas ganas de hacer experimentos. En este viaje a Madrid no llevo cámaras (bueno, la de emergencia), pero sí portátil. Hay que aprovechar el tiempo.

El sexto sentido, el menos común, me lo reservo. Es el que hace que el tiempo libre que no hace mucho solía tener, haya desaparecido. No lo he perdido, sino ganado.

Deseándome buen viaje, me despido atentamente.