Humor analfabeto

Escuchando: Perdimos el control (Nacho Vegas)

Vamos a ver. La idea de editar un cómic narrando de forma ácida y mordaz la historia de Cantabria, me parece algo a aplaudir. Más aún si se edita gracias a la Dirección General de la Juventud.

Es más, desarrollar esta historia a través de saltos en el tiempo, con un final futurista, me parece muy bien. Y si este final es una parodia de El Planeta de los Simios, pero con la estatua de la libertad sustituída por la ecuestre de Franco emergiendo de la arena, me parece una genialidad. Bravo.

Ahora bien. Si es cierto lo que cuenta el periódico hoy, entre sus páginas uno puede leer patadas al diccionario como: espectoran, absolbo, llegua -para referirse a la hembra del caballo-, auyentar, halla acabado, hallan enterado, a bajado del cielo

Vergonzoso, absolutamente vergonzoso. Todo esto con la ayuda de dos historiadores (yo conozco a licenciados en Historia que saben escribir, oiga), y con el patrocinio del Gobierno de Cantabria.

Qué pena…

Hay algo que no es como me dicen

Escuchando: The simple story (Jane Birkin & Feist)

«Y no termina ni bien ni mal, termina regular, como casi todo en esta vida.»

Es costumbre aplaudir al final de una representación teatral, de un concierto. En ocasiones hasta se puede aplaudir al finalizar una película. Hoy me han dado ganas de aplaudir al terminar un libro. Millás es mucho Millás, se invente sus historias, o relate las ajenas.

Y por si queda alguien sin conocer a este grandisimo escritor, tiene una página web oficial, donde podeís encontrar una buena colección de artículos, cuentos, o articuentos, como los llama él. Ténganme cuidado, que enganchan. Pero merecen la pena. Vaya si la merecen.

Seguiremos leyendo.

Pavana para un Infante difunto

Escuchando: Pavana para Infanta difunta (Maurice Ravel)

Hoy, un día en el que el mar pega otro de sus zarpazos, que la tierra vuelve a temblar, que hay mil pequeñas y grandes desgracias, puede parecer injusto que dedique mis líneas al fallecimiento de una sóla persona. Puede que lo sea; pero también es cierto que bien se merece el homanaje.

Ha muerto Guillermo Cabrera Infante, escritor cubano en el exilio. Hace años yo no sabía nada de él; luego ganó el Cervantes y pasó a ser ese escritor con cara de antipático que salió alguna vez en Lo + Plus. No le hice mucho caso.

Pero un buen día, mi padre apareció por casa con una de esas ofertas de lanzamiento de los quioscos. Dos libros. Uno de Delibes, que siempre merece la pena. Y el otro, de Cabrera Infante.

Por curiosidad, lo terminé leyendo, y se convirtió a las pocas páginas, en toda una experiencia. La Habana para un Infante difunto, relato autobiógrafico del despertar sexual del autor en Cuba, es un contínuo espectáculo de fuegos artificiales literarios durante seiscientas páginas. El juego de palabras, ya desde su título, hecho juego de frases, hecho juego de novela.

Despúes de ese libro vinieron otros, todos cargados de humo de habanos, de música, de cine (o sardinas), de música, de tigres tristes, tres.

El autor nos ha dejado, pero ahí quedan sus obras. Por si alguien tiene curiosidad de acercarse a ellas. Yo lo haría…

«Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan ustedes….»

Yo, Lego (pero no leo)

Escuchando: Until we say goodbye (Joe Satriani)

Mi hermano siempre fue de Tente. Yo fui de Lego (del Technik, apuntando maneras ya desde pequeño). Una pena que el muñequito de arriba sea una edición limitada, ¡me encanta! ¿Tendré todavía alguno de esos por casa? ¿Y pintura negra?

Cada vez que me acuerdo de Lego, me acuerdo de mi desaparecido libro de Microsiervos. Yo olvidé a quién se lo presté, alguien olvidó que se lo presté, y a saber donde ha acabado. Si alguien lo ve por su trastero o por alguna librería (está descatalogado) que avise…

Seguiremos informando…

PD: Fuente, faq-mac. Una vez más…

Beppo

Escuchando: She has no time (Keane)

Para mí, Michael Ende siempre fue el escritor de Momo. Sí, vale, también había escrito La Historia Interminable, pero para mí era el autor de Momo. Fue el libro que más recuerdo de mi infancia, de haberlo leído un montón de veces.

La Historia Interminable, en cambio, no la leí hasta bastante más tarde. Pese al título, me la leí bastante rápido. Pero me voy por las ramas, estaba hablando de Momo

La verdad es que no sé qué habrá sido de aquel libro, de páginas amarillentas… hoy ya se me han olvidado la mayoría de los detalles de la historia, pero me han quedado algunos…

Me han quedado los hombres grises, que se fumaban el tiempo del personal. Ojalá hayan acabdo todos con un cancer intemporal de pulmón. A veces pienso que debo de tener añgún hombre gris cerca, porque llevo una temporada que se me escapa el tiempo; las semanas pasan volando, pero pasan sin pena ni gloria; me gustaría tener más tiempo para aprovecharlo, pero cuando lo tengo no sé lo que hago con él…

Quizás tenga que encontrar a mi Doctor Hora, ir a su casa; allí me sentiría como en la mía, siempre con relojes sonando por todas partes…

Creo que lo que más recuerdo de ese libro es una tontería, un detalle de nada. Beppo, el barrendero. Contaba lo larga que puede parecer una calle cuando hay que barrerla enterita; el truco está en no fijarse en toda la calle, sino en la baldosa que tenemos delante; y luego, pasar a la siguiente; después otra más; y cuando nos queramos dar cuenta, estaremos al cabo de la calle.

Gran tipo, este Beppo.

En cualquier caso, si yo me encuentro con una tortuga por la calle, se para delante de mí, y veo que escribe un mensaje en su caparazón, no buscaré ningún hombre gris: el que se habrá fumado algo habré sido yo.

Seguiremos informando.